El arte marginal de August Walla
La última exposición del Museo Gugging de Austria, que floreció en el pabellón de un hospital psiquiátrico, indaga en el torrente artístico de uno de los mejores exponentes del Art Brut
“Me educaron como a una niña nazi”, solía decir August Walla (1936-2001). “Durante la ocupación soviética, los rusos me sometieron a un cambio de sexo y me convertí en un niño comunista”. Pasó su infancia entre instituciones mentales y el cuidado de su madre, que hasta los siete años acentuó su personalidad psicopática vistiéndole con prendas de niña por temor a que lo llevaran al frente de la Segunda Guerra Mundial. "Walla inventó su propia visión del mundo, que durante mucho tiempo se consideró una creación de la esquizofrenia", explica Johann Feilacher, director artístico del Museo Gugging. "Aunque este diagnóstico fuera válido, su creatividad artística no puede atribuirse a su enfermedad", asegura.
Feilacher es el comisario de la muestra Walla.! foto. text.= iles, que se expone hasta el próximo 1 de septiembre. También es psiquiatra y artista. Durante 18 años trató casi a diario a Walla, internado por primera vez en Gugging en 1952 tras un intento de suicidio. En esa época, Gugging era un hospital psiquiátrico. En Viena, a media hora siguiendo el curso del Danubio, era entonces sinónimo de locura –"Estás para que te encierren en Gugging", decían en la capital–. Hoy lo es de vanguardia. El cambio se comenzó a fraguar cuando el psiquiatra Leo Navratil, con fines diagnósticos, pidió a sus pacientes que dibujaran. El resultado llamó su atención y decidió catalizar el talento de los más creativos. En 1981 logró que el Pabellón 11 se transformara en el Centro para el arte y la psicoterapia.
Uno de esos pacientes era Walla, que prefería comunicarse por escrito. Enviaba cartas a Navratil, a Feilacher, a sí mismo. También era fotógrafo: sus imágenes muestran los grafitis con el patronímico "Hitler", a quien consideraba su padre, con los que llenaba las paredes de la vecina Klosterneuburg. Durante la guerra, "Hitler" era la palabra que más escuchaba en la radio y la asociaba con la figura del padre ausente. También trabajó textiles y pintó manteles e incluso mosquiteras. Todo está en la exposición, que recorre la versatilidad de su universo creativo, más allá de sus famosos dibujos y pinturas.
La obra de Walla estuvo expuesta en el Reina Sofía en 1993 en una exposición conjunta con Paul Klee, Max Ernst, Salvador Dalí, André Breton y otros artistas modernos y marginales. ¿Cómo lo asimiló? “A Walla no le interesaba el arte. Menos aún las exposiciones que no podía visitar”, cuenta Feilacher junto a un telar repleto de cruces gamadas. No visitaba los grandes museos de Viena, no se relacionaba con otros artistas. Era un autodidacta. El exponente perfecto del Art Brut, también conocido como Arte Crudo o Outsider Art, el que firman personas sin formación académica ajenas al circuito artístico.
Al año siguiente, David Bowie visitó Gugging. El británico, coleccionista de la obra de Walla, quería indagar en los vínculos entre arte y salud mental. Tenía antecedentes familiares con esquizofrenia (su hermanastro Terry Burns, un referente en sus composiciones, se suicidó en 1985). Poco después publicó el álbum Outside. “Para Walla fue una visita más”, dice Feilacher.
Feilacher, sucesor de Navratil, transformó el Centro para el arte y la psicoterapia en la actual Casa de artistas, una residencia para artistas con necesidades especiales, donde ya no se ofrece tratamiento psiquiátrico y la atención se centra exclusivamente en el potencial creativo.
En 2006 se inauguró el museo en otro pabellón y un año después cerró definitivamente el hospital psiquiátrico. El complejo también aloja a la galería Gugging, que representa y vende las obras de algunos de los artistas residentes, como Günther Schützenhöfer y Laila Bachtiar. También tiene obras de Walla: un mantel bordado con la palabra inventada Kufrun cuesta 8.800 euros. Sus fotografías en gelatina de plata rondan los 4.000.
La Casa de Artistas conserva intacta la habitación donde residió Walla hasta su muerte. Es un templo bañado en colores vivos de cruces católicas, esvásticas (su identidad femenina) y hoces y martillos (su identidad masculina). Johann Garber, veterano residente, hoy el mejor representante de la vanguardia del Art Brut de Gugging, fuma un cigarrillo en la puerta del edificio. Luce una estrella de sheriff colgada del cuello. Cuentan que su relación con Walla no era idílica. Tras la visita, la responsable cierra rápidamente con llave la estancia de Walla. “Simple precaución”, añade. “No hay que desdeñar los celos artísticos”.
Babelia
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