Ochenteo interminable
'Stranger Things' resucita canciones olvidadas. La ficción se rinde a los años ochenta, la década en que creció el grupo mayoritario en la pirámide de población y en la industria audiovisual

¿Qué hacen tantos chavales tarareando Never Ending Story, la pegadiza canción de una exitosa aunque prescindible película de fantasía de 1984? El filme, La historia interminable, decepcionó a Michael Ende y envejece mal. La melodía, que cantó un tal Limahl del que no supimos más, pertenece ahora a las nuevas generaciones, y suma millones de reproducciones en Spotify y YouTube, tras interpretarse en la última temporada de Stranger Things.
La popular serie de Netflix, una lograda fantasía de adolescentes enfrentados a fenómenos paranormales, encabeza el resurgir ochentero que nos rodea. Los ochenta son los nuevos sesenta: para década prodigiosa, la de los cardados y las hombreras, la del walkman y el comecocos, la de Reagan y Gorbachov, la del heavy y la new wave. En Stranger Things, las referencias son bien explícitas: Spielberg (Poltergeist, ET), Stephen King, Los cazafantasmas, Regreso al futuro...
Las visitas al estilo de vida ochentero, más o menos amables, han tomado la ficción en avalancha: Freak and Geeks, The Goldbergs, Glow o Halt and Catch Fire. Mi favorita es The Americans, impagable historia familiar de espías soviéticos infiltrados en EE UU, si no incluimos en la categoría la sensacional Chernobyl, porque esa no juega a la nostalgia.
La fascinación que despiertan los ochenta se explica en que por entonces eran niños o adolescentes los que hoy rondan los 40 o 50 años, grupo mayoritario en la pirámide de población y en la industria audiovisual. Pero hay más: los jóvenes, mileniales o zetas, muestran gran curiosidad por ese tiempo predigital, en que los chicos (hoy sus padres) salían en bicicleta y pasaban horas ilocalizables, y cuando las fantasías de monstruos, fantasmas o extraterrestres exorcizaron miedos mucho más fundados a una devastación nuclear.
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Sobre la firma

Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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