_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nostalgia de una tele no militante

Qué felicidad daba zapear como gesto de pereza genuina, sin miedo a caer en el canal equivocado y acabar siendo demasiado progre o demasiado facha

El escritor Juan José Millás (izquierda) y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (centro), invitados el miércoles pasado en 'La revuelta', presentado por David Broncano (derecha).
El escritor Juan José Millás (izquierda) y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (centro), invitados el miércoles pasado en 'La revuelta', presentado por David Broncano (derecha).RTVE
Sergio del Molino

Dijo esta semana Pedro Sánchez, y dijo bien, que la bici no es un símbolo progre. Pero al decirlo, parecía que, en vez de desimbolizarla, la resimbolizaba: que el gobierno promueva o denigre algo basta para politizarlo. Temí que todos mis amigos pijos de derechas —conozco a tantos de ellos entusiastas de la bici para moverse por la ciudad que ya pensaba que, en vez de progre, era un símbolo cayetano— corrieran a comprarse un lambo solo por antisanchismo.

Algo parecido ha pasado con la guerra de la tele entre Broncano y Motos: se ha politizado al máximo el gesto menos politizado, el de despanzurrarse en el sofá un rato después de cenar. Si le cuentan a Pasolini o a cualquier marxista del siglo XX que, en el siglo XXI, las batallas ideológicas se decidirían en el ocio más opiáceo, desmovilizador, frívolo, gandul y adolescentil, lo fliparían tanto como en las residencias geriátricas cuando ven a Broncano darle al bombo.

Si se confirman y sostienen los datos de esta semana, la guerra tendrá una dimensión intergeneracional: no es que la audiencia se haya dividido entre motosistas y broncanianos, sino que los broncanianos son en su mayoría menores de 45 que no veían la tele, sangre fresca recién reclutada. Para ellos la tele no es una experiencia familiar y anodina, sino individual y asociada a las redes sociales, y por tanto, combativa.

Consciente de que este aire de forofismo mitinero es bueno para arrancar el programa, pero que necesita recuperar la frivolidad gamberra para aguantar, David Broncano aprovechó el fracaso de Latre para tenderle un magnánimo puente de plata y atemperar un poco el belicismo: “Esto es un programa de comedia e intentamos que la gente disfrute”, dijo. Que baje el suflé, vaya, que es solo televisión, que no es un símbolo progre.

Yo, que tengo justo 45 años —viejo para Broncano; joven para Motos—, me crie con la tele como niñera y asistí a la llegada de las privadas, con el porno codificado del Plus y la intriga por quién mató a Laura Palmer, echo de menos una televisión no militante, hecha de puritita frivolidad y criticada por los señores marxistas como opio del pueblo. Ay, qué buen opio era. Cómo nos atontaba, qué felicidad daba zapear como gesto de pereza genuina, sin miedo a caer en el canal equivocado y acabar siendo demasiado progre o demasiado facha. Ojalá vuelva a ser simple comedia para que la gente disfrute.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_