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feria del libro / el paseante distraído
Columna
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El libro, ese artefacto más allá de la tecnología punta

Internet se ha llevado por delante la industria del disco, el cine y otros sectores, salvo el libro: el invento de Gutenberg resiste el ataque y crece

Jesús Ruiz Mantilla
La Feria del libro durante el fin de semana.
La Feria del libro durante el fin de semana. Jaime Villanueva (EL PAÍS)

Pasear un fin de semana por la Feria del Libro de Madrid puede ser un ejercicio de riesgo. Y un verdadero agobio. Pero puede también proporcionar un chute de esperanza sobre el sector en una era de cambio de paradigmas. El pasado sábado, las vallas amarillas ordenaban frente a las casetas las colas. Generalmente no se formaban para firmas de lo que estrictamente conocemos como escritores. La literatura en cualquiera de sus géneros ha pasado a ser un apartado casi residual en el negocio del libro. Por las casetas, los más solicitados eran magos de las redes, youtubers, estrellas de la televisión, ganadores de concursos, miembros de la farándula, chamanes, encantadores de la autoayuda…

¿Deprimente? Todo lo contrario.

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Internet ha arrasado cientos de negocios en lo que llevamos de siglo. Cuando la música comenzó a ser bajada masivamente de la red en un atraco perpetuo y una sangría sin fin, apenas nadie, salvo una minoría de nostálgicos para los que fueron fabricadas unas cuantas copias de vinilos, sintió la necesidad de seguir grabando en formatos analógicos. Por otro lado, agoniza el negocio del DVD para el cine y las series de televisión. Las ficciones se vuelcan online en diversas plataformas y las secciones de películas son eliminadas en los grandes almacenes para dar cabida a otros productos. Los discos han quedado como meras tarjetas de presentación, las películas encuadernadas, en bultos polvorientos que estorban en las estanterías de las casas. Los libros, no.

Todo el mundo quiere estampar su nombre en uno. A nadie le ofende que una editorial se presente en su casa para ofrecerle transformar sus experiencias en un objeto que resiste con salud el embate de una aniquilación tecnológica. El invento de Gutenberg se ha revelado, por ahora, indestructible. Más allá de la tecnología punta. Unas páginas de papel envueltas en sus tapas con una portada atractiva y unas solapas que resuman la biografía del autor son el colmo del prestigio, la mejor medicina para el ego y en muchos casos, aún, hasta un buen negocio.

Por las casetas, los más solicitados eran magos de las redes, youtubers, estrellas de la televisión, ganadores de concursos, miembros de la farándula, chamanes, encantadores de la autoayuda… ¿Deprimente? Todo lo contrario

Resistió el arranque de la radio, del cine, de la televisión y ahora, cuando algunos agoreros fallidos en sus profecías a los que a estas alturas habría que pedir cuentas por sus prospecciones apocalípticas no cumplidas, de internet. Los gurús de quinta regional pero con título universitario predijeron 2018 como el comienzo de un declive. Que para entonces, los productos editoriales digitales superarían en variedad y facturación a la imprenta. Ya hemos superado la fecha y no ha ocurrido.

¿Por qué? Más allá de que el lector siga manteniendo una relación íntima e insustituible con un sencillo y bello libro, donde en cada página mantiene una relación de tú a tú con quien le cuenta una historia y le lleva de la mano hacia un mundo compartido, existen otras poderosas razones. Darse una vuelta por la feria y comprobar que cualquiera daría lo que fuera por ver su nombre en uno de esos artefactos puede proporcionarnos una respuesta.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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