Guerra
Ford, Wyler, Capra, Huston y Stevens se jugaron la vida para retratar la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivieron. Maltrechos por fuera, pero sobre todo por dentro
La lírica, aunque discutible, certeza de “navegar es necesario, vivir no es necesario”, que formularon Pessoa y también Caetano Veloso en su preciosa canción Os Argonautas, adquiere sentido en mi neófita actividad de navegar por las plataformas digitales buscando series, documentales y películas que me alegren la vida. Puedo prescindir de la inmensa mayoría de las películas, ya que el cine que amo lo tengo almacenado hasta la eternidad en formatos físicos. También las antiguas series. Y en ese género me encuentro con cuantiosas mediocridades e incluso con basurilla pretenciosa, comparable a la que exhiben los canales en abierto. Y magníficas excepciones, por supuesto.
Pero lo que de verdad me engancha, donde encuentro información, arte y placer es en muchos y excelentes documentales. O documentales concebidos como una serie, en varias entregas, que devoro de un tirón sin tregua ni descanso. Es probable que los cinéfilos (o simplemente la gente con paladar) hayan visitado en Netflix La guerra en Hollywood (Five Came Back), reveladora y emocionante crónica de cómo cinco príncipes de Hollywood, impagables conductores de ficciones, creadores de ensoñación, se apuntaron a la realidad más brutal, jugándose la vida, para retratar con sus cámaras lo que estaba ocurriendo en la Segunda Guerra Mundial. Se llamaban Ford, Wyler, Capra, Huston y Stevens. Y su odisea nos la cuentan herederos ilustres como Spielberg, Coppola, Del Toro, Kasdan y Greengrass.
Sobrevivieron. Maltrechos por fuera, pero sobre todo por dentro. Ford se largó después de filmar el Día D. Intentó calmar su espanto con borracheras feroces. Y rodaron sus mejores películas. Marcados a perpetuidad por el horror. Aunque perdieran los malos.