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Una extraña pareja, asesinatos y pueblos de ensueño: el éxito de las series de crímenes para sentirse bien

‘Tom y Lola’ es la última serie francesa en tirar del género policiaco para triunfar alrededor del mundo

Dounia Coesens y Pierre-Yves Bon, en 'Tom y Lola'.
Dounia Coesens y Pierre-Yves Bon, en 'Tom y Lola'.François LEFEBVRE (© François LEFEBVRE - FTV)
Eneko Ruiz Jiménez

El argumento es de lo más reconocible. Una atípica pareja de policías se reúne para resolver los misterios de una pequeña villa. Lo manda la tradición: un misterio por capítulo. Caín lo hizo durante siete años en Marsella. Tándem pasó ocho años en Montpellier. También tenemos ahora mismo Bright Minds, Balthazar, Candice Renoir, Inspectora Marleau, ACI: Alta capacidad intelectual (adaptada esta temporada en EE UU)… cada una con sus particulares rarezas detectivescas. Y fuera de Francia hay ejemplos son innumerables, empezando por el perro Rex y sus viajes por Europa. La nueva Tom y Lola, que se emite los martes a las 22.00 en AXN, busca seguir esa estela de éxitos, ahora con la mediterránea La Seyne-sur-Mer de fondo. Porque si es un género probado de la televisión de siempre que triunfa, no tiene sentido cambiarlo.

Pero ¿por qué sigue funcionando una y otra vez ante series tan similares? “Hay tres elementos por los que funcionan. Creo que es un juego que engancha al espectador. Resolver pistas durante el capítulo. También tienen un elemento prohibido, alguien que vemos lejano a nosotros. Pero que, al mismo tiempo, y como con los realities o los juicios televisados, te planteas, ¿podríamos llegar nosotros a estar en su pellejo? Y, por último, hay cierta empatía por la víctima y la necesidad de hacer justicia”, analiza su protagonista, Dounia Coesens, durante la presentación de la serie en Unifrance, mercado parisino para promocionar la producción francesa al que EL PAÍS fue invitado por su organización en enero.

En el caso de Tom y Lola, como en el de otras de las series nacidas en Europa, además, tiene el elemento de serie cándida, clásica, familiar, sencilla, cercana y que pueda reunir a todos los miembros de la casa en un sofá. Un entretenimiento fácil que no requiera más que eso. Algo que, aunque parezca que se haya perdido en las series de prestigio, sigue enganchando a la audiencia. Porque no es casualidad que Ley y Orden, Mentes criminales, Navy: investigación criminal o House sigan apareciendo una y otra vez entre lo más visto de plataformas.

Esta vez el atípico dúo francés lo forma una pareja de amigos de la infancia que debe convivir en una misma casa, con dos niños, tras el divorcio de él. Ahora los conflictos familiares y rutinarios se mezclan con sus opuestas maneras de investigar los crímenes. “El tono es más cómico, aunque hablamos de divorcio y de cómo enseñar a los niños que hay un aspecto sombrío”, explica Coesens, cuyo papel fue escrito para ella.

Porque la implicación de los actores y el carisma entre ellos (esa constante tensión sexual no resuelta del que es tan fácil tirar) es vital para la supervivencia de estas marcas. Es imposible pensar hoy, por ejemplo, en un Ley y Orden: Unidad de víctimas especiales sin Mariska Hargitay y su Olivia Benson, que tonteó durante décadas con el personaje de Christopher Meloni. Ella es lo que hacía distinguible su serie del resto de copias. “Decidimos vivir juntos antes en la vida real para familiarizarnos”, explica Pierre-Yves Bon, el Tom de la ecuación: “Vino a mi casa y compartimos apartamento durante el rodaje”. Esa química tan difícil de lograr que Coesens la resume en “saber escucharse”. Algo vital si, como quieren los productores, la serie se alarga hasta siete u ocho años, si bien ha habido públicos casos de protagonistas que, detrás de las cámaras, se llevaban a matar. “El personaje acaba convirtiéndose en ti en ese tiempo”, reconoce la actriz.

Dounia Coesens y Pierre-Yves Bon, en 'Tom y Lola'.
Dounia Coesens y Pierre-Yves Bon, en 'Tom y Lola'.François LEFEBVRE (© François LEFEBVRE - FTV)

Crímenes en el paraíso

El otro aspecto reconocible, y diferenciable, en una serie de este subgénero es la localización. Hacerlo local, pero también global. Los actores mencionan el caso de Broadchurch, que tan bien ejemplifica el género de pequeño pueblo donde todos se conocen y donde todos son sospechosos de un asesinato, y que, al mismo tiempo, nos dejó prendados de los acantilados de Clevedon, cerca de Bristol. Y Crimen en el paraíso lleva 14 años sacando partido a la isla de Guadalupe. En Tom y Lola, eligieron La Seyne-sur-Mer porque, como explicaron los productores, hay más de 300 días de sol al año. El alcalde de esta ciudad costera al sur de Francia, de unos 58.000 habitantes, se volcó, por supuesto, con las oportunidades laborales (con más de 80 contratos) y turísticas que suponía tener una producción de este estilo. Tanto dentro como fuera de Francia. Porque estas producciones suelen venderse bien. Incluso producciones españolas como Los misterios de Laura, que mezclaba también crimen y familia, viajaron tan bien que lograron incluso su versión estadounidense. “Echas un vistazo a otra cultura. Pero son dramas muy internacionales, porque tocan temas como el crimen, el amor y la amistad. Y además vemos el Mediterráneo”, señala Coesens sonriente mientras se hace selfis para sus redes sociales en este día de prensa. “Espero que atraiga más gente a visitar una ciudad de Francia no demasiado conocida y con pocos rodajes”, reconoce su compañero, más tímido y serio. Igual que sus personajes.

Como serie policiaca favorita, Coesens destaca Mindhunter, aunque reconoce que el acercamiento de Tom y Lola es mucho menos oscuro. Y esa realidad no tan sombría es lo que vivió ella en sus propias carnes mientras hacía su investigación: “Por casualidad me robaron el móvil en el metro y aproveché para estar dos semanas en la policía. Aprendí a disparar, a agarrar un arma, a hacer interrogatorios… Incluso acabé en un apartamento donde había un muerto. Pero de lo que más me di cuenta es que, entre tanta oscuridad, los policías necesitan descomprimir, y me iba con ellos a conciertos de rock duro. Necesitaban desconectar de la realidad. Incluso podían reírse en una escena del crimen cruel y sangrienta. Es su manera de lidiar con ello”. Y esa es, también, la labor que creen que cumplen este tipo de series con el resto de los espectadores: una desconexión a la vida real: “Al final es una serie para acabar el día sintiéndote bien”, concluye Bon.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.
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