Miley Cyrus tropieza en el Primavera Sound
La artista, a la que le costó encontrar el ritmo, protagoniza una jornada de viernes marcada por el punk y la diversidad
“El punk lo inventaron Bikini Kill y el punk es feminista”, gritaba a media tarde de la segunda jornada el madrileño Putochinomaricon desde el escenario Pitchfrok. Él es todo lo que este festival quiere ser y, aunque su afirmación no pasaría ni medio control por la agencia de detección de bulos de Ana Pastor, es casi imposible no alinearse con él si llega el momento de elegir bando en esta batalla. Después de todo, el punk es ignorancia, y el punk es lo mejor que le pasó a la música en el siglo XX. Y, aunque él no se lo crea, hace punk.
Urbano, peleón, comprometido y melódico. No hay sitio para la metáfora en su discurso ni en su puesta en escena. Travestidos, insultos bien dirigidos, discursos empáticos y divertidos. Es un maldito crac. Y, si no le gusta, al menos intente que le guste a sus hijos. Piense que este puede hacer por ellos lo mismo que hicieron por usted todos esos grupos indies que le ayudaron a que no estuviera tan solo ni se sintiera tan raro en su adolescencia.
Un poco más tarde, en el escenario Seat, Carly Rae Jepsen se subía a las tablas vestida de rojigualda con transparencias, metáfora accidental o sutileza, elija su propia aventura. A saber. En este festival se viene a por respuestas, no a hacer más preguntas. En fin, que salió la canadiense con todo. En su caso, todo es un pop como el que se ha hecho desde los ochenta, una mezcla entre la melodía y la tecnología, entre la candidez y la osadía. Entre el público se armaron incluso flashmobs, con gente coreografiando la retahíla de hits con los que ha pasado de ser aquella cantante del vídeo del coche (Call Me Maybe) a un fenómeno duradero y transversal. Aunque su último disco flojee más de lo necesario, ella es capaz de sostenerse a base de saltitos y de promesas de un mundo con magdalenas gratis para todos.
Funciona mejor en Youtube que en directo, pero a pesar de ello sigue siendo alguien entrañable a quien tampoco hay que pedirle que cambie el mundo, simplemente con que lo pinte en colores pastel ya alcanza. El final con Cut to The Feeling pareció algo cercano a la apoteosis, con la facción más joven de la audiencia en un envidiable estado de éxtasis. Y eso que el sol aún no se había puesto. Hablando de sol…
Hubo un tiempo en el que este no se ponía en el reino de Miley Cyrus, de todas las chicas Disney la que antes, más y mejor se alejó de esa bendición que siempre termina en estigma. Tras una imperial Janelle Monáe, le tocaba mantener el listón. Hubo cambio de turno, como está sucediendo bastante a menudo en el evento. Llegó de nuevo la armada posadolescente y se marchó la brigada de cuarentones que adora a Janelle como una vez amó a Prince. Miley subió, vio y tropezó. Con un sonido extremadamente plano, tardó un buen rato en lograr que todo lo que la rodeaba (músicos, luces, incluso canciones) se elevara a su altura. Atrás ha quedado su más salvaje procacidad y, en ese tránsito hacia el extremo centro, ha perdido más que ganado, aunque siga siendo la persona del mundo a la que mejor le queda cualquier cosa que vista. Por momentos era como ver a Bonnie Raitt o a la Tina Turner más crepuscular.
Miley tiene algo y ese algo es lo que hace que la gente corra para llegar a verla
Pero Miley tiene algo y ese algo es lo que hace que la gente corra para llegar a verla, que la gente que no quiere verla se quede a ver qué hace y que los que se van, porque ya no creen querer verla, vuelvan. Lo suyo era raro y ahora es normal, pero mantiene cierta conexión con el lema del festival: the new normal (lo nuevo normal). Aunque, en su caso, como en el de unos cuantos otros, tiene más que ver con la intención que con la ejecución.
Más tarde, se esperaba con ganas a Kate Tempest, poeta, rapera, vecina. Una persona y una artista incomparables. Y a Robyn, esa mujer maravilla que lo empezó todo. Al menos, todo lo que gira alrededor de este Primavera Sound de intenciones explícitas que aspira a marcar el camino hacia el que deben dirigirse estos eventos en el futuro, cuando todo lo normal ya nadie piense que es nuevo.
Babelia
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