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Crítica | La última lección
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gueto de la excelencia

Marnier va articulando su historia, libremente inspirada en una novela de Christophe Duffosé, con las esencias del cine de género

Un fotograma de 'La última lección'.
Un fotograma de 'La última lección'.

Como en un episodio de Black mirror que quisiera entrar no ya en el lado más tenebroso de las tecnologías sino en las consecuencias más siniestras de ciertos sistemas educativos, en un futuro que desde ya forma parte del presente, La última lección, segunda película de Sébastien Marnier, contiene una fascinante fusión de géneros que el director francés expone a través de una mirada persuasiva e intrigante dentro de un ambiente naturalista y cercano a los modos del cine de autor. Una obra distinta y radical, que no acaba de redondear, pero con planteamientos sociales de seductora ambigüedad.

LA ÚLTIMA LECCIÓN

Dirección: Sébastien Marnier.

Intérpretes: Laurent Laffite, Luàna Bajrami, Victor Bonnel, Emmanuelle Bercot.

Género: intriga. Francia, 2018.

Duración: 104 minutos.

En la primera secuencia, un profesor de secundaria se tira por la ventana del colegio. A su sustituto y protagonista, un interino de mediana edad, le encargan la clase de la que era tutor el suicida: la de la excelencia; 12 alumnos con notas y nivel prodigiosos que han sido separados del resto. Fríos, soberbios, inteligentísimos, brillantes y con nula empatía. “La verdad es que yo soy más partidario de la inclusión”, dice el nuevo educador, alejándose de las teorías de un colegio de élite en el que todos, alumnos y dirigentes, parecen esconder algo, ser partícipes de un siniestro compló.

Sin perder nunca el realismo, Marnier va articulando su historia, libremente inspirada en una novela de Christophe Duffosé, con las esencias del cine de género, como un fantastique que no evita el encontronazo social: “Los mediocres nos tienen envidia”, viene a decir la chica más perversa, capitana de un grupo que ha decidido autoexcluirse de una sociedad que le viene pequeña. Y, eso sí, con la compañía de simbolismos (insectos, visiones…) y de una dirección de intérpretes (la de los chicos del grupo del ilustre grupo de chavales) que llevan a la película tanto a territorios fronterizos, los de ciertas obras de Roman Polanski, como a la pura ciencia ficción, la de El pueblo de los malditos. Una fusión, con banda sonora del grupo francés de electrónica Zombie Zombie, que tiene su cima en la espeluznante interpretación de la canción de Patti Smith Pissing in a river por parte de los chicos en el muy especial coro del colegio: “¿Debo seguir un camino tan retorcido?”.

Sin embargo, Marnier se va dispersando y, conforme avanza el relato, se confirma que la perturbadora sucesión de secuencias no acaba de conformar un discurso homogéneo y totalmente inteligible. Deliberadamente opaca en su apocalíptica parte final, La última lección queda así como una experiencia social de angustiosa energía y libertad, que quizá hubiese necesitado de una concreción mayor para que su poderosa ambigüedad fuera más terrorífica que equívoca.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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