La comida para perros envenenada que salvó una vida
Miguel Calderón se adentra en el terremoto del 19 de septiembre de 2017 a través de una exposición que se inaugura este jueves en la galería Kurimanzutto de Ciudad de México
Unas croquetas de perro se han convertido en aretes, colgantes y pulseras. Son joyas de comida animal, colocadas sobre bombonas de oxígeno que sirven al mismo tiempo de maniquís. Piezas de diseño, algunas acompañadas de plata, otras de bisutería, pero siempre cuidadosamente acomodadas en la exposición que Miguel Calderón inaugura este jueves en la galería Kurimanzutto de Ciudad de México. “Es algo burdo, embellecido”, señala el artista.
Las croquetas de perro son joyas y también símbolos de muerte y salvación. Permiten adentrarse en una fecha que ya forma parte de las jornadas más aciagas de la historia reciente de la capital mexicana: el 19 de septiembre de 2017, cuando un potente terremoto de más de siete grados acabó con la vida de más de 200 personas. “Para mis proyectos, exploro situaciones que están a mi alrededor en las que he estado involucrado como ocurrió con el sismo”, cuenta Calderón, un artista clave en el México actual. Las croquetas sirvieron para salvar tras el temblor, la vida de Emilio, que participa en el vídeo que el artista expone en esta muestra, y también fueron usadas hasta ese momento por el protagonista de la filmación para envenenar a los animales que merodeaban su guarida.
“La película es el núcleo [del proyecto]. A partir de ella surgieron estas joyas hechas de croquetas. En mi educación artística siempre hubo una aversión hacia el preciosismo, hacia embellecer las cosas y aquí, sin embargo, lo empleo. Hago un juego con una cuestión personal”, señala Calderón.
El vídeo, terminado este mismo martes, en el que durante 30 minutos se entremezcla realidad y ficción, se mete bajo la estatua de la Cibeles de Ciudad de México —una réplica de la que se puede observar en Madrid—. Allí vive Emilio, “entre calendarios y pósteres de chicas desnudas”, cuenta Calderón. En aquel habitáculo que es, en realidad, el cuarto de máquinas de la fuente, quedó atrapado el protagonista de la obra tras el sismo. Las croquetas que allí escondía fueron la pista que permitió a los perros de los rescatistas encontrarlo vivo. Comida que iba a ser envenenada y que el propio Emilio tenía pensado colocar junto a la fuente en una batalla más de la guerra que libraba frente a los animales, sus heces y sus dueños por el lugar.
La vida de Emilio, amigo desde hace unos años del propio Calderón, queda retratada en la obra de este artista que pasa en sus exposiciones de la escultura o el dibujo, a las instalaciones y a la filmación. El vídeo se adentra en los temores de este guardián de la Cibeles y al final en los del propio artista. “Es una amalgama de los miedos de ambos. Siento que todas estas obras son, en realidad, una proyección de algo que estoy buscando. [Mis proyectos] acaban siendo una especie de maratón creativo, en el que exploro las ideas hasta llevarlas a las últimas consecuencias. Si tengo que regalar el coche para finalizarlos lo hago”, señala mientras ríe.
La obra es al mismo tiempo un retrato de la propia plaza, un lugar rodeado de bares y restaurantes situado en la colonia Roma, una de las zonas de moda de la capital. “Me gusta jugar con la idea de un mismo escenario en diferentes lugares. Es curioso que la fuente de allá [en Madrid] sea blanca y grande y la de aquí pequeña y morena”, reflexiona. Por ella pasean perros, llegan borrachos, descansan indigentes y se toman selfies los turistas. Un concurrido espacio que cada día sigue observando paciente Emilio desde su guarida bajo la estatua.
Se adentra en uno de los momentos más terribles que ha vivido la capital mexicana en las últimas décadas para mostrar el lado “más frágil” de esta ciudad “proclive a las catástrofes cotidianas”. “[Al hablar de Ciudad de México] suelo mencionar a Goya porque él retrataba la guerra. A veces vivimos muy cómodos y no nos damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor”, defiende.
Una exposición que lleva por título El placer después, en la que Calderón también expone algunas de sus acuarelas, que permiten realizar una inmersión en el mundo interior del artista. “Las hago desde pequeño para acoplarme a una cierta realidad incómoda”, relata ante la prensa.
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