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Crítica | En buenas manos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El vértigo de lo desconocido

La película definitiva en materia de adopción en país propio por su ternura, su complejidad y una ambición arropada por un cálido disfraz de sencillez

En foto: Gilles Lellouche y Élodie Bouchez, en 'En buenas manos'. En vídeo: tráiler completo.
Javier Ocaña

La película definitiva en materia de adopción en país propio, al menos por lo que abarca. Y también por su ternura, su complejidad y una ambición bien arropada por un cálido disfraz de sencillez. Es la francesa En buenas manos, segundo largometraje de la también actriz Jeanne Henry, que ha compuesto un relato que suena desmesurado por su amplitud y que, sin embargo, se ve con la placidez del humanismo y la congoja de la posible derrota.

EN BUENAS MANOS

Dirección: Jeanne Herry.

Intérpretes: Sandrine Kiberlain, Gilles Lellouche, Élodie Bouchez, Miou-Miou.

Género: drama. Francia, 2018.

Duración: 110 minutos.

Con guion en solitario de la propia Herry, documentado sin que en su representación suene a protocolo de actuación, En buenas manos engloba todo el proceso de adopción de un bebé, desde su nacimiento, con meridianas descripciones de todos los intervinientes, que se van sumando como la necesaria cadena humana que vigila cada paso, y lucha, al fin, por el bien del niño: la joven madre natural, que, por circunstancias personales y sociales, ha ocultado su embarazo y acude al hospital a parir y a entregar a su hijo; la doctora y una enfermera del hospital; la asistente social asignada a la madre; las asistentes sociales que se encargan del bebé; el padre de acogida y su familia; y finalmente la persona que, entre distintos candidatos, se va a hacer cargo del niño, quizá para el resto de su vida. El sector público, como un ente que se hace palpable en profesionales de carne y hueso, y la simple y llana gente, que sueña, que sufre, que goza. El vértigo de lo desconocido.

Herry se las arregla incluso para, independientemente del proceso, describir algunas de las vidas privadas de los intervinientes. Y todo en menos de dos horas. Un triunfo. Además, esquivando los clichés y saliéndose en tres aspectos de la línea de lo que se entiende por convencional en estos casos: la procedencia social de la madre natural y su actitud respecto del bebé; la inclusión de familias monoparentales; y el personaje del padre de acogida, marido de mujer trabajadora que contribuye casi exclusivamente a la holgada economía familiar, mientras él cuida del hogar, en un papel que, por desgracia, suele corresponder a la esposa.

En buenas manos solo apunta un borrón cuando, en el epílogo, Herry añade un nuevo personaje y pretende un más difícil todavía: la cuadratura del círculo. Pero es apenas un desliz en una película muy redonda, que utiliza la banda sonora únicamente en las transiciones, y que tiene la suficiente delicadeza y la pausa necesaria para ofrecer hermosísimos planos del verdadero protagonista de la historia: el recién nacido.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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