_
_
_
_
_
narrativa

Balada de juventud

La nueva novela de Ray Loriga es una historia triste y desesperanzada sin más dramatismo que el esencial

J. Ernesto Ayala-Dip
CARLOS DE ANDRÉS / GETTY

Iba leyendo la nueva novela de Ray Loriga, Sábado, domingo, y a la vez me acordaba de unas palabras de la escritora mexicana Elena Poniatowska a propósito de Rendición, la novela con la que el escritor madrileño se alzó con el Premio Alfaguara de 2017. Decía así: “A veces pienso que Ray Loriga no quiere provocar nada en el lector de tan comprensible y directa su escritura”. Me parece que ahí hay un elemento crucial en la narrativa del autor de Héroes, esa aparente indiferencia hacia el lector, ese narrar como si lo hiciera desde la perspectiva de una novela escrita por Albert Camus, una cierta distancia de los materiales humanos que va incorporando en su relato, pero que al final va calando muy hondo en quien va leyendo. Para entender cabalmente esto que digo, hay que leer o releer Lo peor de todo (1992). Ahí ya está configurada toda la poética de Ray Loriga. Elena Poniatowska hablaba también de “sencillez cristalina”. Con esta sencillez, nuestro autor acomete Sábado, domingo. Y lo hace ahora muy lejos de la amarga y apocalíptica mirada de Rendición.

La novela se divide en dos secciones, o mejor dicho en dos días, un sábado de 1988 y un domingo de 2013. En el primero, quien nos relata esta historia es un adolescente que no sabe dar un paso sin su amigo Chino, un tipo muy seguro de sí mismo y demoledoramente exitoso con las chicas. Ambos viven en urbanizaciones de clase media y alta. Chino, que me recordó bastante a algunos personajes de la última novela de Esther García Llovet, Sánchez, garbea por las calles con carísimos coches y bebe como un cosaco. Junto a ellos encontramos a Gini, prima del narrador. Una noche los amigos se van de copas a un bar y conocen a Fernanda, una chica guapa y rápidamente seducida por el Chino. Luego los tres se van a casa del Chino y ahí pasa algo extraño que nuestro narrador no desvelará hasta bastantes años más tarde, cuando ya es un adulto y tiene una hija adolescente.

Ponga atención el lector en Gini, una chica muy preparada y dispuesta a irse a París a estudiar. Un día conoce a un extranjero y se casa. Se divorcia varias veces, mientras se convierte en una novelista de éxito. Ponga atención también el lector a la relación del narrador con Gini. Un verdadero ejercicio de sensualidad desatada. Mientras, el recuerdo de aquel sábado en el narrador sigue martillando sus remordimientos por unos sucesos que hasta el final no se conocerán con precisión.

Sin más dramatismo que el esencial, sin más escritura que la necesaria para contarnos una historia que se acerca bastante a una bella balada. Triste y desesperanzada. Y ello lo logra Ray Loriga con la fuerza de su instinto narrativo, el mismo que lo alienta desde sus primeras novelas. Les aseguro a los lectores de esta conmovedora novela (a pesar de los esfuerzos que hace su autor de que no lo sea) que desearán haber tenido una prima como Gini. Terriblemente lúcida, incluso cuando se equivoca. Se merecía que Ray Loriga hubiera titulado su novela con su nombre.

Sábado, domingo. Ray Loriga. Alfaguara, 2019 200 páginas. 18,90 euros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_