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Crítica | Dobles vidas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una comedia civilizada

El filme asume el aspecto de una película ligera de infidelidades, lo que propicia un ingenioso juego de desdoblamientos

Juliette Binoche y Guillaume Canet, en 'Dobles vidas'
Juliette Binoche y Guillaume Canet, en 'Dobles vidas'

Gran apólogo de los editores capaces de apostar por la novedad y el talento sin que la rentabilidad determinase necesariamente sus decisiones, Ramón Gómez de la Serna también reservó en sus caudalosas memorias un espacio para los profesionales indignos de la supuesta grandeza de ese gremio: “Monederos falsos son esos editores que se valen de la proliferación de la imprenta y sus moldes para lanzar nada más que libros sin sacrificio, ni abnegación, sin margen para la miseria del escritor puro”. Al autor de Automoribundia 1888-1948 no le caería nada bien Alain Danielson, el editor al que da vida Guillaume Canet en Dobles vidas, la última película de Olivier Assayas.

DOBLES VIDAS

Dirección: Olivier Assayas.

Intérpretes: Guillaume Canet, Vincent Macaigne, Juliette Binoche, Nora Hamzawi.

Género: comedia. Francia, 2018.

Duración: 108 minutos.

El título –que en inglés se transforma en el también revelador Non-Fiction- funciona en múltiples direcciones, porque, de entrada, la película asume el aspecto de una comedia ligera de infidelidades, género que propicia un ingenioso juego de desdoblamientos en el contexto de una mirada, tan incisiva como documentada, a los cambios e incertidumbres del mundo de la edición ante los retos de la era digital: no sólo todos los personajes viven desdoblados entre sus relaciones visibles y las adúlteras, sino que el propio universo descrito se mueve en perpetuo vaivén espiritual entre la fidelidad al papel y la seducción del libro digital (o el audiolibro), mientras otros afluentes del relato abordan el pulso entre la imagen pública y la privada del político, o entre las glorias pasadas y los presentes pragmatismos (televisivos) de una actriz. Conseguir hablar de todo eso –reflejar, en suma, un trascendental cambio de paradigma- sin renunciar en ningún momento a la liviandad dominante del código genérico tiene algo de virtuoso juego de manos.

Dobles vidas puede interpretarse como respuesta luminosa al Basado en hechos reales (2017) que, a partir de la novela de Delphine de Vigan, Assayas guionizó para Roman Polanski: si allí la autoficción daba pie a un relato de vampirismo, aquí invita a una lúdica y compasiva mirada a las fragilidades humanas con la que Ernst Lubitsch podría haber simpatizado. Una comedia civilizada, transparente y tan empapada de cultura como alérgica a la pedantería.

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