El crítico que nunca estuvo allí

Practicante de un oficio para el que no existen plantillas, fórmulas, ni metodologías infalibles, cada crítico de cine posee margen para desarrollar sus técnicas propias, algunas más excéntricas que otras. Para un servidor, por ejemplo, la coloratura de las risas de los espectadores que le rodean, incluso en una proyección de prensa, resultan un termómetro bastante preciso para detectar si la película peca de condescendencia o trazo grueso, determinando en muchas ocasiones si la balanza analítica se inclinará por salvar o cuestionar el conjunto. Mucho más delirante parece, a primera vista, el método empleado por Óscar Peyrou, que presume de poder criticar las películas sin tomarse ni siquiera la molestia de verlas: le basta con apreciar el cartel para extraer sus conclusiones.

Presidente de la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica y delegado en España de la Fipresci, Peyrou es el protagonista de la docuficción En busca del Óscar, debut en el largometraje de Octavio Guerra. La figura de Peyrou podría haber dado pie a una reflexión sobre las imposturas del oficio o los espejismos que puede convocar el lenguaje de la crítica, pero la complicidad de Guerra y el crítico cristaliza en algo mucho más interesante: el retrato de un enigma (o vacío) existencial que oscila entre la mixtificación borgiana y una melancólica comicidad casi kaurismakiana. Si lo de Peyrou es verdad o leyenda es bastante menos importante que la solidez del retrato y la reveladora crónica de una supervivencia en la feria de vanidades de las alfombras rojas.