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¿Grito o susto? El Museo Británico da la vuelta a Munch

Los expertos del museo descubren una litografía que sugiere que 'El grito' podría ser una figura tapándose los oídos

Litografía 'El grito', del artista noruego Edvard Munch, en el Museo Británico de Londres
Litografía 'El grito', del artista noruego Edvard Munch, en el Museo Británico de LondresEFE

El grito de Munch es, según el Museo Británico, El susto. La responsable de pintura y dibujo alemán del museo británico ha encontrado una litografía del cuadro, con una inscripción que dice: "Sentí un gran grito en toda la naturaleza". Esa es la prueba que la especialista aporta para asegurar que "deja claro que la obra de arte más famosa de Munch representa a una persona que escucha un grito y no, como muchas personas continúan asumiendo y debatiendo, a una persona que grita", ha explicado al diario inglés The Telegraph.

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Giulia Bartrum es comisaria de la exposición Edvard Munch: amor y angustia dedicada al artista en el British Museum. La litografía se ha convertido, gracias al giro de la interpretación, en la estrella de la muestra. En su opinión el personaje se cubre los oídos mientras escucha los gritos, pero no grita. Es una interpretación que no alterará el título original del cuadro, propiedad del Museo Munch de Oslo.

La nueva visión de la historia del arte es consecuencia del tópico que clavó a Munch en la cima de las existencias atormentadas y depresivas. Este mito lo dibujaba incapaz de librar sus obras de sus pesadillas y hacía de sus recursos una victoria de usos depresivos en el color, la forma y la composición. Munch destruyó las convenciones del retrato del hombre moderno y fue señalado por ello como un ser depresivo.

Esa frase que ha hallado la comisaría del British Museum no es inédita. Escribió Munch en su diario el 22 de enero de 1892, un año antes de pintar el icono histérico, lo siguiente: “Caminaba con dos amigos por la carretera. El sol se estaba poniendo. Sentí un aire de melancolía. De repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, mortalmente cansado. Sobre el fiordo negro y azulado y el pueblo caían sangre y lenguas de fuego. Mis amigos siguieron caminando. Yo me quedé allí, temblando de miedo, y sentí un grito enorme, infinito, pasar por la naturaleza”.

El especialista Peter Schjeldahl escribió en una exposición monográfica de 1984 que El grito “no tiene nada de histérico”, para cuestionar el mito del pintor enloquecido que desbarraba. La historiadora Jay A. Clarke, comisaria de la exposición Becoming Edvard Munch. Influence, Anxiety and Myth (celebrada en el Art Institute of Chicago), la imagen del ser atormentado no es más que leyenda. Y construida, escribió en el catálogo, por los críticos, historiadores y el propio artista. Las cartas del pintor dan fe de que estaba lejos de estar loco.

Sea grito o susto, Munch mantuvo un naturalismo estilizado sin perder la visión figurativa, ni la intención de interpretar lo que afecta al ser humano: "Ya no se deben pintar interiores con hombres leyendo y mujeres haciendo calceta. Debe tratarse de seres humanos vivos, que respiran, sienten, sufren y aman", escribió en sus diarios el pintor.

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