Nuestra sombra

Cuando un rótulo, al comienzo de la película, habla de las diversas redes de túneles subterráneos que recorren el suelo estadounidense, es inevitable anticipar que la cuestión racial volverá a figurar en el centro de la pesadilla en el segundo largometraje de Jordan Peele. A fin de cuentas, una de esas redes de túneles, el llamado Ferrocarril Subterráneo, construida en el siglo XIX, se trazó para proporcionar una vía de escape a los esclavos de las plantaciones del Sur que querían alcanzar la libertad. Pero Peele, que en su extraordinaria Déjame salir (2017) dejó claro lo incómodo que puede sentirse un afroamericano rodeado de blancos, ofrece ahí una falsa pista que, en el fondo, dice la verdad, porque, si bien podrían ser cuestiones más de clase que de raza las que inspiren este mal viaje, lo que sí acaba resultando inequívoco es que Nosotros habla de lo que subyace bajo una nación (o su espíritu nacional): su inconsciente, su sombra.

Así pues, sobre los cimientos de la sombra jungiana y de la concepción freudiana de lo siniestro (recordemos: lo familiar convertido en extraño), el cineasta, a punto de coronarse como el Rod Serling negro al frente de su revisión de The Twilight Zone, construye un discurso que devuelve al cine de terror su condición de canario en la mina: quizá dentro de unos cuantos años, algún teórico del cine verá en películas como esta o la inminente Nación salvaje de Sam Levinson algo parecido a lo que detectó Siegfried Kracauer en el expresionismo alemán. Nosotros es una película firmemente enraizada en la cultura americana, pero a todo espectador le resultará sencillo reapropiarse de parte de su generoso arsenal metafórico para relacionarlo con algo que está ocurriendo mucho más cerca de su casa.

El modo de rodar de Peele –sus ángulos y composiciones de cámara, el ceremonial ritmo de sus movimientos- logra que incluso en la imagen más trivial se perciba la presencia de un ángulo oscuro, se manifieste la inminente erupción de un sustrato turbio. Las vacaciones de una familia afroamericana al espacio que la madre experimenta como su particular lugar del trauma abren la puerta a una pesadilla especular, no exenta de retorcido humor, donde cada personaje se enfrentará a su doble maléfico (y cada intérprete dará un asombroso recital de versatilidad). La poderosa alegoría de una nación tomada por su sombra alcanza la resonancia de lo verdaderamente perdurable.