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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Najwa y Mala: poderío, señores, poderío

La alianza en torno a la serie ‘Vis a vis’ propicia un encuentro en teoría irrepetible como corajuda banda sonora para el 8-M

Mala Rodríguez y Nawja Nimri, el jueves en el Teatro Barceló de Madrid.
Mala Rodríguez y Nawja Nimri, el jueves en el Teatro Barceló de Madrid.Víctor Sainz

Nos hemos vuelto todos tan seriéfilos que el teórico gran acontecimiento musical de la semana en Madrid estaba alentado por una plataforma televisiva. Fox congregó este jueves en el Teatro Barceló a más oteadores de celebridades que a melómanos con sus buenos trienios de legitimidad, pero ese es el signo de los tiempos, que diría nuestro añorado morador de Paisley Park. Y la fascinación –seguramente merecida– en torno a Vis a vis propició un encuentro bendecido por su condición “única” e “irrepetible”, aunque conviene anotar que las reediciones solo son inviables por motivos metafísicos, no logísticos.

Najwa Nimri se ha erigido en un emblema del talento poliédrico, hasta el punto de que ya nadie discierne si es una actriz que también canta o a la inversa. Su papel de Zulema en la serie carcelaria y el hecho de acariciar el Goya como protagonista de Quién te cantará han apuntalado estos últimos meses el perfil más audiovisual, pero resulta muy difícil negarle la legitimidad sónica nada más verla, sofisticada y magnética, apoderándose del escenario. Y en cuanto certificamos, y esto es aún más meritorio, que no resulta fulminantemente abrasada y anulada por la proximidad de Ana María Rodríguez; una mujer arrebatadora, un virulento huracán de coraje e ingenio.

Najwa Nimri se ha erigido en un emblema del talento poliédrico, hasta el punto de que ya nadie discierne si es una actriz que también canta o a la inversa

El singular encuentro entre Najwa y La Mala, que no en vano le hincó el diente en Vis a vis al tema Agnus dei, se planteó como un mash up de tres cuartos de hora dirigido y orquestado por el productor Carlos Jean tras las maquinitas. El neologismo anglófono hace alusión a un collage o recopilación de canciones dispares, aunque algunos expertos en música electrónica entre el público murmuraban traducciones mucho más simpáticas, que no erróneas: mejunje, batiburrillo, refrito. La fórmula es resultona, y hasta exitosa, si se atiene a los parámetros de la prudencia. Jean echó sabiamente el freno a los 45 minutos, y aun así no eran pocos los espectadores inmersos en el muy madrileño vicio de la tertulia con música de fondo. Ya saben: es lo que hay.

La confluencia se guió por la generosidad con sus dos partícipes, aunque fue el repertorio de Rodríguez (Gitanas) el primero en comparecer y, seguramente, el más privilegiado. Ningún problema, y menos aún en la víspera de un 8-M que flotaba en el ambiente y era santo y seña de un deseo, de un clamor: dejémonos de escalafones, orillemos los zafios excesos de la testosterona, amémonos como y con quien nos dé la real gana, pero desde el compromiso de la equidad. Parece sencillo, casi elemental, pero no hay manera. Y hasta puede que vayamos a peor. Por eso hay que tener la gracia especial de La Mala para gritar “Cómeme el coño” y que el exabrupto suene mucho más desafiante que soez. Como la piropearía Nimri poco después, “¿había alguna duda de que La Mala es la jefa?”.

Rodríguez alternaba canto y rapeo mientras una gigantesca palabra “Fuerza” parpadeaba desde el fondo del escenario, en un episodio obvio de redundancia. Najwa extrae mayores réditos con esa vertiente suya de enigma y ronroneo, de misterio imposible de abarcar mediante una mera catarata de epítetos. Su gusto por la subversión va mucho más allá de que decida encenderse el consabido pitillito en escena. La ley antitabaco es una bendición, pero a ella le consentiremos que simbolice de esa manera su escaso apego por las normativas. 

Waiting, del último proyecto de Najwajean, daba paso a Por la noche, aquel éxito iniciático de Mala que avisaba, profético: “No practico el arrepentimiento / Mi templo tiene cimiento”. “Una bulla fuerte para Najwa. ¡Que no os oigo, hijos de puta!”, arengaba nuestra gitana de Jerez mientras el adjetivo “Bad” (¿Por qué no “Mala”, y nunca mejor ocasión para ello?) relucía en las pantallas gigantes. Faltaban aún los bises, que Nimri aprovechó para recrear su clásico Crime en versión muy desnuda antes de recalar en aquella Vida loca de Pancho Céspedes. Una espontánea aparentemente enloquecida invadió entonces el escenario para abrazarse con Nimri, pero resultó ser... ¡Alba Flores! Y aún hubo más actrices de las que conocimos con el mono amarillo mientras La Mala concedía la fiesta final más evidente: “Siempre fuimos fuertes, tú no te me vengas abajo…”.

Al final no hubo ningún versus entre Najwa y Mala, sino una connivencia clamorosa. Porque ambas, desde sus manifiestas diferencias, comparten la muy fraternal condición de versos libres. Y porque lo suyo es poderío, señores. Poderío puro. Aún más rotundo y eufónico que lo del empoderamiento.

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