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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Actrices al anochecer

El documental 'Nothing Like a Dame' reúne a cuatro grandes figuras del teatro británico

Fotograma de 'Nothing Like a Dame'. En vídeo, tráiler del documental.
Marcos Ordóñez

Veo Nothing Like a Dame, un documental de la BBC, dirigido por Roger Michell, que emite (¡gracias!) TCM/Movistar. Joan Plowright, Eileen Atkins, Judi Dench y Maggie Smith se reúnen en la casa de campo de la primera, entre Brighton y Chichester, para hablar de vida y teatro. Plowright es la veterana: casi 90 años. Está ciega, pero no para de bromear: “Entre las cuatro tenemos tres ojos sanos”. Sus colegas y amigas han cumplido los 84, y también comparten la risa. Yo no dejaría de escucharlas.

Smith es la que tiene las mejores líneas, las más feroces. Recuerda cuando ella era Desdémona, y Olivier un Otelo paranoico que casi la tiró al suelo de una bofetada. “Fue la única vez que vi estrellas en el National”, dice.

De jóvenes parecían actrices suecas camino del Dramaten. La madre de Plowrigth le dijo: “No eres ninguna belleza, pero tienes una mirada bonita y expresiva. Suerte que has heredado mis piernas y no las de tu padre”. Dench cuenta una anécdota que parece un bromazo de Bertie Wooster y el club de los zánganos: en gira, cuando la dueña de una pensión les trataba mal, clavaban al marcharse un arenque ahumado bajo la mesa.

Eileen Atkins intenta recordar qué edad tenía en los años sesenta. Dench: “Es que vivimos los sesenta a finales de los cincuenta”. Atkins cae en la cuenta: “Nos despertamos pronto. No necesitábamos el despertar de los sesenta”. Eran mujeres libres, con muchos amantes. De repente, Smith lanza una carcajada, porque acaba de recordar un musical en el que coincidieron, tan malo que se llamaba Listen to the wind (Escucha el viento), y un amigo lo rebautizó Atentos al pedo. Muchos de aquellos pasajes de Shakespeare que tanto les costó aprender se han desvanecido. En cambio, vuelven “párrafos enteros de funciones sin importancia. Tengo la cabeza llena de basura”, dice Dench. “Canciones de revistas estudiantiles de Oxford”, ríe Smith. Excepto Plowright, que todavía recuerda tiradas enteras de Raíces, de Wesker.

El director les pregunta qué se dirían a sí mismas de jóvenes. Atkins: “Me diría: 'No tengas tan mal carácter. Escucha más”. Dench: “No seas tan enamoradiza”. Plowright: “Dedica más tiempo a la meditación y el yoga. Y aprende sobre el cerebro y su influencia sobre el cuerpo”. Smith: “Da igual lo que pudiera decirle, porque no me hubiera hecho caso. Lo mejor sería un lema: ‘Ante la duda, no lo hagas’. Eso sí, lo diría en latín”.

Maggie Smith, sin embargo, volverá en abril a la escena tras 12 años de ausencia: en el Bridge Theatre del West Ens protagonizará un monólogo, A German Life, la nueva obra de Christopher Hampton.

“No ha habido un día sin miedo. Ni en el teatro ni en el plató”, dice Maggie Smith. “Pero el miedo es la gasolina”, dice Judi Dench. El silencio del final. Cae la tarde. La lluvia en el jardín. La sonrisa de Eileen Atkins me recuerda a la de Rosa Novell. Sirven una copa de champán. Brindan, sin palabras. Por ellas. Por la vida y por el teatro.

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