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Crítica | Caso Murer: el carnicero de Vilnius
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vencedores vencidos

La desconfianza en la propia entidad dramática del juicio cenral convierte a este drama en un carrusel de barridos y puntuaciones enfáticas

Imagen de 'Caso Murer: el carnicero de Vilnius'.
Imagen de 'Caso Murer: el carnicero de Vilnius'.

La elección de un traje oscuro con insignias o de un uniforme regional puede ser decisiva para suscitar la simpatía o la antipatía de los miembros de un jurado antes de que uno tenga que rendir cuentas por las atrocidades cometidas mientras gestionaba el gueto judío de Vilna. Con un diálogo sobre esa decisión indumentaria se abre Caso Murer: el carnicero de Vilnius, película que alumbra, con la insidiosa luz que emana de una herida aún abierta, el proceso al que fue sometido el granjero y exoficial de las SS Franz Murer en 1963; proceso que, lejos de hacer justicia a la memoria histórica austríaca, puso en evidencia hasta qué punto los estados democráticos son capaces de negociar con la turbiedad de sus élites. El largometraje de Christian Frosch culmina con otro diálogo sobre la puesta en escena: el fiscal elogia la construcción dramática del discurso final de su oponente para acabar dejando en evidencia que, en el fondo, las formas no han sido lo que ha determinado la inclinación de la balanza de la justicia, porque, por decirlo de algún modo, todo el pescado estaba vendido de antemano.

CASO MURER: EL CARNICERO DE VILNIUS

Dirección: Christina Frosch.

Intérpretes: Karl Fischer, Karl Markovics, Alexander E. Fennon, Usula Ofner.

Género: drama judicial. Austria, 2018.

Duración: 137 minutos.

Estrenada dos días después de la lectura del veredicto en el juicio a Adolf Eichmann –que había mencionado a Murer en su declaración-, ¿Vencedores o vencidos? (1961) de Stanley Kramer explotó concienzudamente las posibilidades del cine judicial para evocar lo irrepresentable. A la película de Frosch le interesan más los claroscuros de lo que ocurre entre bastidores, pero su punto débil es, precisamente, la desconfianza en la propia entidad dramática del juicio que, precisamente en una discutible decisión de puesta en escena, se convierte en un carrusel de barridos y puntuaciones enfáticas que, entre otras cosas, fulmina todo sentido del espacio en esta película de modélico mensaje y caóticas formas.

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