Hevia tiende la mano al ministro de Cultura para que rescate a la SGAE
El presidente de la entidad pide por carta un encuentro a José Guirao, para negociar y evitar una intervención judicial
La SGAE ha mandado al Ministerio de Cultura las actas de lo sucedido el pasado 27 de diciembre, durante la asamblea general de la casa, cuando no se aprobó la reforma de los estatutos para cumplir con las normativas europeas de propiedad intelectual. La propuesta no logró los dos tercios de los votos, necesarios para modificaciones de cierta importancia, aunque una mayoría (simple) dijo sí al “parcheado” estatutario que la junta directiva realizó al llegar al poder, a principios de noviembre, para cumplir con las exigencias del Cultura, bajo amenaza directa de una intervención. No bastó que el 58% fuera favorable a la reforma.
Suspenso, así que la SGAE quedó en manos del Ministerio de Cultura, cuyos planes para guiar los nuevos pasos de la entidad de gestión de derechos de autor más grande y polémica de España siguen siendo un misterio. El ministro, José Guirao, y su equipo primero leerán las actas de la asamblea y la carta personal que las acompaña, firmada por el presidente de la SGAE, José Ángel Hevia, en la que tiende la mano a Guirao y se pone a su disposición, tal y como ha podido saber EL PAÍS. El mensaje busca “espíritu de colaboración” y le pide una cita para reunirse. A solas, sería la primera vez. La nueva cúpula directiva quiere evitar a toda costa un proceso judicial que ejecute la regeneración de la sociedad y Cultura debe decidir si con el 58% de los socios basta para limitarse a tutelar y retirar su amenaza de intervención.
Las relaciones entre ambas casas –incluso con los nuevos inquilinos, Hevia y Guirao– no han sido todo lo fluidas que requiere el momento crítico en el que ha quedado varada la SGAE, tras desmanes, enfrentamientos e investigaciones judiciales que la mantienen en las arenas movedizas desde hace meses. La desconfianza reina entre ambas partes y la comunicación solo se realiza a través de correos electrónicos y documentos oficiales. Tal y como ha podido confirmar este periódico, sólo en una ocasión han coincidido los dos responsables en la misma habitación para discutir sobre el futuro, pero no fue un cara a cara. Ocurrió en el ministerio de Cultura y durante tres cuartos de hora, el día después de las elecciones en la SGAE. Allí se personó la nueva junta directiva para presentar sus respetos a Guirao y sus expertos. Hubo más tensión que acuerdo, según una fuente presente en el encuentro.
La nueva cúpula de la SGAE quiere evitar a toda costa un proceso judicial que ejecute la regeneración de la sociedad
Dos meses y muchos requerimientos después, Hevia explica a este periódico que no quiere que Cultura les vea como unos “rebeldes”. No quieren ser tratados con un 155. Asegura que busca concordia y negociación. Aunque es cierto que SGAE recurrió el apercibimiento donde Cultura amenazó con intervenirla y está pendiente un juicio ante la Audiencia Nacional.
Sin oposición
“Vamos a aceptar todo lo que venga del ministerio y sea legal”, matiza Hevia. El gobierno de la SGAE prefiere un acuerdo a una intervención, con la que quedaría destronado por un juez gestor. Buscan una reconciliación, un apretón de manos y un decreto que imponga unos estatutos elaborados por el equipo de Carlos Guervós Maillo, subdirector general de propiedad intelectual. Esta es la posibilidad mejor vista desde la SGAE para salir del atolladero en el que se encuentra. Guirao decidirá si los rescata personalmente o deja el trabajo sucio al juez.
Mientras busca la paz con Cultura, Hevia parece disfrutarla en su junta directiva, gracias a un pacto de no beligerancia entre sus miembros. Los pocos opositores en el seno del gobierno, sin embargo, ponen en duda la credibilidad del presidente, debido a su estrecha relación y sus continuados ingresos gracias a la música emitida de madrugada en la televisión, precisamente el polémico asunto que mantiene la SGAE paralizada y que investiga la justicia.
A la vez, la anulación en los tribunales del reparto de diciembre –la SGAE los realiza de forma semestral- de los derechos recaudados en el último tramo de 2018 complica el panorama. La asamblea general rechazó este reparto, infectado por una “rueda”, como se conoce a la presunta trama que recaudaba millones gracias a la música nocturna, sin limitación. Para los favorecidos en las ganancias, la aprobación de estas cuentas suponía “la paz”. Estaban “dispuestos” a asumir limitaciones, siempre y cuando se sacara adelante este reparto. Pero un 53,23% votó en contra del último reparto antes de la aplicación del artículo 159 de la nueva Ley de Propiedad Intelectual (que limita los beneficios de la noche a un 20% del total de ingresos por la televisión). Este asunto queda pendiente de resolución interna, a pesar de que los pagos ya se han llevado a cabo. Es más: los tres últimos repartos de la entidad, desde diciembre de 2017, están bajo sospecha, sub judice o recurridos.
Si la junta directiva sale viva de este atolladero, tendrán que enfrentarse a un problema más grave: la desafección y el descrédito entre sus socios. Algunos de los nombres más importantes ya han mostrado su firme decisión de abandonar la nave por otra. “La mayor amenaza de la SGAE no es la intervención, sino la fuga de talentos. No podemos dejar de escuchar a los socios. Si se van los repertorios poderosos se quedarán desprotegidos los más humildes. Ahora no podemos empeñarnos en ser los únicos, sino en ser los mejores”, dice Hevia ante la liberalización del mercado de la gestión de derechos y la aparición de la competencia.
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