El Mediterráneo como hábitat de sueños y conflictos
El IVAM reúne 150 obras antiguas y contemporáneas en una exposición que inicia el programa de su 30º aniversario
En los relojes de arena de Majd Abdel Hamid, el tiempo se interrumpe de vez en cuando. Están hechos con el cemento triturado del muro que levantaron los israelíes en los territorios palestinos. Pero quedaron algunas piedrecitas que se atascan cuando descienden por el cuello del reloj.
Como quedaron suspendidos en el tiempo los búnkers que mandó construir por doquier el presidente estalinista de Albania Enver Halil Hoxha. Ahora forman parte de la potente instalación que Anila Rubiku ha esparcido por el suelo del IVAM, muy cerca de las fotografías de la libanesa Randa Mirza en la que los rascacielos del Líbano parecen erigirse en paz sobre el azul del mar. Es un efecto óptico, porque son imágenes publicitarias en las que el conflicto desaparece. No como en el Mediterráneo, cuya historia está marcada por la guerra y la muerte, la cultura y la vida, la exclusión y la reconciliación. “En realidad, no ha cambiado tanto a lo largo de la historia. Muchos de los problemas de hoy son los mismos que ya se tenían en la época helena o romana”, afirma el arquitecto y profesor de Estética Pedro Azara, comisario de la exposición Habitar el Mediterráneo, que se inaugura mañana en el Institut Valencià d'Art Modern y se prolonga hasta el 14 de abril.
No en vano, la muestra, que se inscribe en el programa del trigésimo aniversario del museo que se cumplirá en febrero, reúne 150 obras tanto arqueológicas como de arte contemporáneo con el propósito de dialogar sobre los modos de vida en los países ribereños. Una celosía de Juan Uslé comparte espacio con una reja romana; un esbozo de balcón de Juan Muñoz con la maqueta de una casa del antiguo Egipto; unos dibujos sobre la ocupación judía que sacó ocultos desde Gaza Mohamed Al-Hawarjri con los excluidos de la Grecia que acuñó la democracia como los deformes o las prostitutas.
Un jardín escultórico entierra la ampliación
El IVAM abrirá un jardín escultórico público en febrero donde se exhibirán de forma permanente obras de Miquel Navarro, Andreu Alfaro, Ángeles Marcos y Soledad Sevilla, entre otros autores. El proyecto de ampliación de 2003 realizado por el estudio japonés Sanaa (premio Pritzker) preveía levantar allí un auditorio, plan que quedará así enterrado. El proyecto, cuya redacción costó 4,3 millones, diseñaba una piel metálica translúcida de 30 metros de altura que cubría el edificio original y más de 40 millones para su ejecución.
Las piezas proceden de museos como los parisienses Louvre y Pompidou, el español Arqueológico Nacional o el Egipcio de Turín, junto a colecciones particulares y el IVAM. “Hemos querido mostrar piezas no muy conocidas, pero muy interesantes, como ese mosaico hallado en Toledo que abre la exposición, dividida en ocho apartados”, explica Azara. La destrucción del litoral convive con la idealización del Mediterráneo en una muestra que, pese a los conflictos, concluye con un mensaje esperanzador: una rama se cuela por la grieta de un muro en una imagen de Jarrar.
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