El claustro de Palamós es tan auténtico como otros conocidos monumentos románicos, según un nuevo estudio
La Universidad de Salamanca publica un libro que reabre el caso sobre las polémicas arcadas de Mas del Vent y su pertenencia a la catedral de esa ciudad
En noviembre de 2014 la Generalitat de Cataluña cerró el caso del Claustro de Palamós asegurando que las arcadas situadas en la finca privada de Mas del Vent de esa localidad de Girona no eran románicas, como defendió el profesor de la Universidad de Girona Gerardo Boto, sino una recreación moderna impulsada por un anticuario en Madrid en los años treinta, que en 1958 viajaron hasta la Costa Brava tras comprarlas el potentado de origen suizo Hans Engelhorn para decorar su casa del Empordà. El Departamento de Cultura, rechazando frontalmente la antigüedad de cualquier parte del conjunto, aseguró que no existían fuentes documentales, materiales, ni artísticas, que permitieran reconocer su autenticidad y, por lo tanto, se trataba de la mayor falsificación realizada en España, en términos de escultura románica. Con su dictamen ponía fin a más de dos años en los que esta construcción había ocupado un buen número de informaciones desde que se anunció su descubrimiento. Y más tarde, cuando se aseguró que la construcción era, en realidad, el claustro románico que estuvo en la catedral de Salamanca hasta el siglo XVIII. Tras el informe negativo la Generalitat cerró también el expediente para proteger la construcción y no se declaró Bien de Interés Cultural.
Pero el caso se cerró en falso. Eso es lo que se desprende del voluminoso libro que la Universidad de Salamanca acaba de publicar en el que se insiste en el origen románico de los arcos y su pertenencia a la catedral de esta ciudad castellano leonesa, tal y como se desprende ya en su título: Salamanca, Ciudad Lineal, Palamós. Las arcadas claustrales de Mas del Vent. En el libro, en el que han participado una docena de investigadores, entre historiadores del arte, geólogos y arquitectos, coordinados por Boto, se asegura que en 19 de los 44 capiteles (el 43% del total) de la construcción, el 37% de los cimacios (las estructuras situadas justo encima de los capitales) y gran parte del zócalo, son románicos del siglo XII; unas proporciones parecidas a las de otros claustros de la época como San Juan de la Peña, Aguilar de Campoo y San Pedro el Viejo de Huesca, de los que nadie duda de su origen románico. El resto de elementos, hasta completar la enorme estructura cuadrada de 23 metros de lado, posiblemente se copiaron de elementos originales pero inutilizables por su degradación extrema para el remonte que se efectuó en Madrid a partir de 1931.
"La única metodología de ejecución es esta. Puede resultar inverosímil e indemostrable, pero es la única respuesta a las preguntas que plantea esta construcción", destaca Boto, que asegura que con este libro, que seguramente será polémico, el tema del claustro de Palamós “no se reabre, sino que entra en el ámbito del academicismo, ya que se trata del primer libro publicado por una universidad sobre este asunto”.
Según las fuentes escritas consultadas, en las que detractores y defensores de la autenticidad de la obra coinciden, el claustro románico original se desmontó en 1785 con la intención de volver a remontar, algo que nunca ocurrió porque se decidió construir un claustro nuevo. Para los que defienden que las arcadas de Mas del Vent son falsas, de estas piedras no se vuelve a saber nada más, constituyendo un caso insólito hasta hoy, ya que no se conservan ni conocen elementos de esta construcción en los almacenes, pasillos, bóvedas y museo; ni una basa, un capitel o una dovela que se puedan atribuir con seguridad a este edificio románico en pie hasta finales del siglo XVIII. En el libro se argumenta que estas piedras, tras el desmonte y ser apiladas durante más de un siglo en el Colegio de Calatrava o Seminario Conciliar de Salamanca, fueron compradas, junto con otros lotes, con la venia del obispo Julián De Diego por Ignacio Martínez en 1917, tal y como quedó constancia en un asiento contable de la catedral. Años más tarde el anticuario las transportó en camiones a un enorme solar en Ciudad Lineal donde comenzó a remontarlo, con ayuda de Arthur Byne, destacado intermediario entre anticuarios españoles y ricos magnates americanos, como W. R. Hearts, Ciudadano Kane, como había hecho con 65 artesonados que le había vendido en muy pocos años para decorar su residencia de San Simeón, en California.
Los diferentes trabajos recogidos en el libro, estudian el origen de la piedra, toda procedente de la salmantina Villamayor, pese a que en Madrid, en ese momento, se empleaba la procedente de Colmenar, más fácil de conseguir y de trabajar. Se repasa, de forma pormenorizada, cómo se construyó el edificio empleando técnicas medievales y cómo las piezas presentan degradación ambiental de varios siglos y daños inducidos por desmontajes anteriores a 1931, cuando la Generalitat asegura que comenzó a crearse exnovo en Madrid y que denotan su origen secular. Se aborda el estudio de cuatro vigas del alfarje de madera que cubría los pasillos del patio original que sí se conservan y que encajan con las dimensiones de la construcción que hoy puede verse en la finca de Palamós y se analizan el contexto del tráfico de piezas de arte en España entre la dictadura de Primo de Rivera y la II República. Además de los agentes, anticuarios y transacciones artísticas en la Salamanca del momento que posibilitaron una operación como la compra de esta enorme estructura desmontada y su traslado a Madrid para luego ser vendido a Estados Unidos para configurar parte de una escenografía burguesa asignada a alguna de las dos costas norteamericanas.
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