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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La palabra justa

La poética de Francisca Aguirre se construye firme en los márgenes

Francisca Aguirre, hoy en Madrid.
Francisca Aguirre, hoy en Madrid. ÁLVARO GARCÍA

"Aquellas niñas en hilera/ que cantaban para espantar el hambre,/ son estas que escriben hoy poemas”, retrata Francisca Aguirre en Los trescientos escalones. En estos versos laten muchas de las constantes de su obra: la memoria que vertebra el presente, la intimidad como hecho político, la reflexión sobre la identidad de la mujer o la conciencia de que las palabras tienen “su pequeña historia, su árbol genealógico, su raíz y su descendencia”, tal y como evocaba en una poética.

Más información
Francisca Aguirre, Premio Nacional de las Letras 2018

El jurado ha subrayado la filiación machadiana de Aguirre, y la inteligencia con la que sus poemas logran conciliar rasgos antónimos: la ternura —un recuerdo infantil o un apunte de lectura— enciende el dolor, no lo apacigua, y lo cotidiano que la Historia ignora actúa, a su vez, como filtro de la Historia misma. Sin embargo, a diferencia de don Antonio —así suele nombrarlo ella—, Aguirre desplaza de interior a interior la escena del poema: el autorretrato lo convierte en una fotografía de grupo, y traslada su reivindicación a los espacios domésticos.

Los espacios domésticos los ocupan las mujeres, protagonistas de la obra de Aguirre, orgullosa y militantemente feminista. Cede su voz alta y firme a las vencidas en la guerra —es una de ellas—, a las que saben “que los muertos no mueren”, a las que sienten el hambre “y la bomba atómica”. Resignifica las referencias culturales: adjudicó en Ítaca otros gestos a Penélope, y en Los maestros cantores cambió de tiempo —más acorde con su pensamiento: “lo tuyo era el futuro”— a Teresa de Cepeda. Cada uno de sus libros obedece a una intención clarísima: no se limita a recopilar poemas, sino que enhebra con ellos un discurso.

La poética de Aguirre —reunida en Ensayo general (Calambur)— se construye firme en los márgenes: desde la valentía y la entereza, habla sobre aquello que otros suelen evitar. Se construye también en la palabra justa: la palabra exacta, la del significado y la música precisos, pero también la palabra digna, humana, necesaria.

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