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Crítica | Infiltrado en el KKKlan
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tragedia de lo delirante

El conjunto, tan desigual como interesante, se eleva al final con unas imágenes que trastocan las sensaciones que estaba dejando la película

Javier Ocaña
Ken Garito (izquierda) y John David Washington, en 'Infiltrado en el KKKlan'.
Ken Garito (izquierda) y John David Washington, en 'Infiltrado en el KKKlan'.

Donald Trump se lo ha puesto fácil a directores como Spike Lee y Michael Moore, que no por casualidad tienen nuevas películas de activismo cinematográfico, y ambas habitarán las salas españolas en este mes de noviembre. “America First”, jalea el presidente en sus mítines ante un público enfervorizado, fidelísimo. Pero no es un eslogan nuevo. “America First”, gritaba también uno de los mandos del Ku Klux Klan en los Estados Unidos de los años setenta, en la época de los asesinatos políticos, de la guerra de Vietnam, de los movimientos por los derechos civiles.

INFILTRADO EN EL KKKLAN

Dirección: Spike Lee.

Intérpretes: John David Washington, Adam Driver, Ryan Eggold, Topher Grace.

Género: comedia negra. EE UU, 2018.

Duración: 128 minutos.

Por eso, cuando el lema suena en Infiltrado en el KKKlan, último trabajo de Lee, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, no hace falta subrayar más. Y, sin embargo, el director de películas tan formidables como Malcolm X y La última noche, creyente en su habitual esquema de cine en blanco y negro, sobre blancos y negros, sin gama de grises, lo acentúa con otras que quieren sonar clarividentes, pero que en 2018 solo son ventajistas. Como esa en la que se afirma que “en este país” nunca llegará a presidente alguien “con esas ideas y esas palabras” de confrontación. Ahora es fácil ponerlo en boca de personajes de los setenta. Lo difícil, como hizo Sinclair Lewis, era escribirlo en 1935, en la novela Eso no puede pasar aquí.

Tiene dos aspectos la nueva obra de Lee que la acogota durante buena parte de su relato: primero, la baja calidad de sus diálogos, quizá aposta, como un irónico remedo del cine blaxplotation de la época; y segundo, la inverosimilitud de las situaciones, intragables si no fuera porque… están basadas en hechos reales. Por eso hace bien el director afroamericano en otorgar a su historia ese tono de comedia negra, al estilo Haz lo que debas, obra maestra de su mejor época, en la que todo parece risible si no fuera porque realmente es trágico y terrorífico.

Estereotipada y maniquea, como tantas veces ocurre en el cine de Lee, Infiltrado en el KKKlan pretende ser el reverso de El nacimiento de una nación, mito cinematográfico y racista de David Wark Griffith, y se aplica en ello con explicitud y una visión que suena incluso vengativa (y seguramente justa). Pero lo que al final eleva un conjunto tan desigual como interesante es una decisión en apariencia complementaria que, sin embargo, se convierte en fundamental porque las sensaciones que estaba dejando la película quedan trastocadas de plano. Es muy probable que muchas críticas y artículos las comenten expresamente; aquí, en pro de una cierta virginidad en cuanto a la información, no lo haremos. Pero sí digamos que esas imágenes tras su desenlace son las que hielan la mueca de la risa, las que mutan el aparente delirio en algo siniestro, las que transforman una provocación en una obra realmente seria.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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