Cien años de Rita Hayworth, el icono que asfixió a Margarita Cansino
Hoy se celebra el centenario del nacimiento de la protagonista de 'Gilda' y 'La dama de Shanghai', una de las grandes estrellas del cine
No hizo más que un puñado de buenas películas. Ella misma aseguraba que no le gustaba Hollywood, y sus idas y venidas del cine -en algún caso de retorno, empujada por un marido- así lo mostraron. Fue una actriz superada por un mito, alguien que se quejaba amargamente de que los hombres quisieran a sus personajes y no desearan saber nada de ella. "Todos los hombres que conozco se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo", confesaba. Hoy Margarita Carmen Cansino hubiera cumplido 100 años, y de ella no queda casi ninguna huella. En cambio, el producto en que Hollywood la convirtió, Rita Hayworth, una de las grandes estrellas del cine, es inmortal.
Para el gran público, y más para la España franquista, que siempre pensó que la censura había recortado un desnudo, fue Gilda, así, a secas, sin apellido, como la película que protagonizaba. Para los cinéfilos queda en la memoria su Elsa Bannister de La dama de Shanghai. O como la pareja favorita en bailes de Fred Astaire. En los papeles oficiales, y en su alma, se escondió Margarita Carmen Cansino, la hija de un bailarín sevillano, una mujer triste, devorada por el alzhéimer, aunque a su alrededor sus cambios de humor, sus rabietas durante 20 años se achacaron al alcohol. Con dolor, su hija pequeña, Yasmin Aga Khan -que fue tutora legal de su madre desde 1981 hasta su muerte en 1987- decía que ojalá hubieran conocido antes el diagnóstico.
Antes de Hayworth estuvo Margarita Carmen Cansino, nacida en el barrio neoyorquino de Brooklyn, el 17 de octubre de 1918. Su padre, el bailarín sevillano Eduardo Cansino, emigró con su esposa, la también bailarina Volga Cansino, y sus hijos desde la costa Este a la Oeste de Estados Unidos en 1927, donde abrió una escuela de baile.
La vida no fue sencilla para los Cansino. En la crisis de 1929 perdieron la academia, así que Eduardo Cansino empujó a su hija, de gran talento para la danza, a que comenzara su carrera con 10 años. Con 12 años los periódicos alababan a esa “joven de 14 años, de busto prominente y aspecto provocativo”. Los Dancing Cansinos, Eduardo y su hija Margarita, recorrieron los casinos de la costa californiana durante años, y así entraron en el mundo del cine. En una prueba de cámara la vio Rudolph Maté, con el tiempo el director de fotografía de Gilda, y él supo ver las posibilidades de la adolescente Cansino. El resultado fue que Fox contrató a Margarita para que bailara en La nave de Satán (1935).
El ascenso de Cansino al estrellato fue largo. Su físico -alejado de los cánones de Hollywood- no la acompañaba, tanto por su peso por su rostro. Y su apellido, excesivamente hispano, que cambió por el de su madre, Hayworth. En Columbia Pictures, presidida por Harry Cohn, encontró su futuro. En mayo de 1937, menos de cuatro meses después de firmar el acuerdo, Rita finalizó el rodaje de The Game That Kills y al día siguiente huyó para casarse en Yuma (Arizona), con Eddie Judson, que había mediado por ella en Columbia. Judson le puso a régimen, le apuntó a clases de oratoria. y le depilaron la frente, retrasando la línea del pelo -al que además aclararon varios tonos-, y abandonando la raya en el medio y entrando en el reinado de la melena ondulada que le daría la fama. Con este cambio le llegó su gran oportunidad, Solo los ángeles tienen alas, de Howard Hawks, en 1941.
Hayworth llevaba una veintena de películas cuando otro elemento externo le catapultó a los ojos del público: el Technicolor de Sangre y arena. De repente, el color y su interpretación de mujeres objeto de deseo aquí y en La pelirroja la convirtieron en icono sexual para las tropas estadounidenses en su entrada en la Segunda Guerra Mundial. En su vida apareció Orson Welles, que insistió y bregó contra sus negativas a salir con ella... hasta que lo logró. El 7 de septiembre de 1943, mientras Hayworth rodaba Las modelos, con Gene Kelly, la pareja se casó en Santa Mónica. Y un año más tarde, en diciembre de 1944 tuvieron a una niña, Rebecca. Con Welles llegó a participar en el Mercury Wonder Show, un espectáculo circense en el que Welles disfrutaba de su pasión por la magia: su actuación culminante consistía en cortar en dos partes a Rita Hayworth.
Su carrera explotó con Gilda en 1946. Por fin Hayworth mandaba sobre su carrera. Su siguiente proyecto fue La diosa de la danza, en la que encarnó a Terpsícore, la musa del Olimpo dedicada al baile, y justo después La dama de Shanghai, de y con Orson Welles, una película que Hayworth rodó mientras se separaba del genio, aunque en el fondo ella aún esperaba recuperarlo. El mismo Welles la previno en contra del personaje: el cineasta había contactado para el personaje con una actriz francesa, Barbara Laage. En cambio, Hayworth recordaba el disfrute de su trabajo en el espectáculo de magia y creyó que podría recuperar sentimentalmente a Welles. Su exmarido recordaba que Rita una noche le dijo: “La única felicidad que he tenido en la vida ha sido contigo”. Años más tarde, en una entrevista el cineasta subrayaba: “Si aquello fue la felicidad, ¡cómo había sido el resto de su vida!”. La idea del corte de pelo y del teñido en rubio platino nació de Welles, que así promocionaba una Rita diferente. La misma Hayworth le apoyó: “Orson intentaba algo nuevo conmigo, pero Harry Cohn quería la Imagen... ¡la Imagen que él quería que mantuviera hasta que yo cumpliera los noventa!”.
Con todo, la película fue un desastre, y no la salvó ni la fama de Hayworth, la número 1 en taquilla para Columbia, y cuya carrera empezó a decaer. Mientras rodaba en 1948 Los amores de Carmen, de nuevo con el director Charles Vidor y con Glenn Ford -con el actor colaboró en participó en cinco películas-, se quedó embarazada del multimillonario Howard Hughes. Hayworth abortó. Decidió mudarse a París. Y allí conoció al príncipe Alí Khan, que se convirtió en su tercer marido en mayo de 1949. Dejó voluntariamente el cine para dedicarse a un matrimonio que también se derrumbó, y del que le quedó su segunda hija, su favorita, Yasmin, nacida a finales de diciembre de 1949.
Cuando volvió a Hollywood, Harry Cohn volvió a contratarla, aunque para películas por debajo de sus posibilidades y de su talento: con la edad se convirtió en una muy buena actriz, y nunca cometió el error de encarnar a personajes de menor edad. Y esa sapiencia aparece en trabajos como Salomé, uno de sus filmes favoritos, Mesas separadas (producida por su marido desde 1958 a 1961, el productor James Hill), La bella del Pacífico, Llegaron a Cordura, La trampa del dinero o El fabuloso mundo del circo, en cuyo rodaje en 1966 ya no fue capaz de recordar los diálogos.
Por desgracia, su alzhéimer no fue diagnosticado hasta 1980, y por eso apareció en malas condiciones en numerosas ocasiones en público, ante la prensa y en los platós. De sus últimas películas destacan La ruta de la Salina, y la última: La ira de Dios. Cuidada por Yasmin, la actriz falleció en Nueva York el 14 de mayo de 1987. Murió Margarita Cansino, Rita Hayworth entró en el Olimpo del cine.
Babelia
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