Muere Paul Andreu, el arquitecto de los aeropuertos
El proyectista francés, que construyó terminales en más de 50 países, fallece a los 80 años
El arquitecto francés Paul Andreu, prestigioso proyectista conocido por haber construido aeropuertos en más de 50 países, falleció el jueves en París a los 80 años. Concluía así una vida dedicada a una disciplina a la que llegó casi por casualidad, tras estudiar Ingeniería y Bellas Artes, que le permitiría combinar dos facetas de su personalidad: el rigor matemático y la visión poética. Su última aparición en público fue el lunes pasado, cuando Andreu cenó en el Centro Pompidou de París con otros arquitectos como Jean Nouvel, Renzo Piano, Dominique Perrault o Christian de Portzamparc, durante una velada en homenaje al japonés Tadao Ando. A diferencia de los llamados starquitectos, Andreu fue un hombre discreto que nunca persiguió la gloria.
Nacido en 1928 en Caudéran, adinerado barrio en las afueras de Burdeos, Andreu se marchó a París al terminar su adolescencia para formarse en los centros de élite franceses. Su primer gran encargo le llegó con solo 27 años: la construcción del segundo aeropuerto de la capital, París-Charles de Gaulle, que fue terminado en 1974. La Terminal 1, un cilindro retrofuturista donde una serie de pasillos rodantes se entrecruzan en el vacío interior, marcó una época. También la Terminal 2, mastodonte bañado en la luz que se convirtió en símbolo de progreso en la Francia de Pompidou. “A los políticos les daban igual los aeropuertos. Lo único que les motivaba era alcanzar a los americanos”, declaró a Télérama en 2017. “En cambio, para mi generación, el simple hecho de volar suponía una transgresión deliciosa”.
Tres años después de finalizar Charles de Gaulle, Andreu ganó el Gran Premio de Arquitectura en 1977. Se convirtió entonces en el arquitecto más solicitado para la proyección de terminales. Suyos fueron también los aeropuertos de Niza, Burdeos, Shanghái, El Cairo, Abu Dhabi, Pointe-à-Pitre, Manila, Yakarta, Dar-es-Salam o Brunéi. Hasta que Andreu se cansó y decidió cambiar de rumbo. “Dicen de mí que soy un arquitecto de aeropuertos. Yo aspiro al título de arquitecto a secas”, dijo a Libération en 2003. Meses después, uno de sus edificios en Charles de Gaulle se vino abajo, provocando la muerte de cuatro personas. El accidente afectó mucho a Andreu, que nunca se recuperó del todo de ese trauma. Decidió entonces dejar de lado los aeropuertos, tras 40 años dedicándose a ello, y se propuso reinventarse.
Andreu empezó a trabajar repetidamente en China, entonces en pleno despliegue de infraestructuras. Su construcción más faraónica fue el Gran Teatro Nacional de Pekín, un óvalo flotante sobre el agua, comparado con un huevo o una medusa, y con capacidad para 6.500 personas, que concluyó en 2007 tras ocho años de obras. Andreu no dejaría de trabajar en Asia, donde construyó el Museo Marítimo de Osaka o el Centro de Artes Orientales de Shanghái. Aunque, al margen de su trabajo aeroportuario, su proyecto más destacado sea el Arco de La Défense, nuevo barrio de negocios en la frontera oeste de París, que Andreu erigió en 1988 a partir de un diseño original del danés Otto von Spreckelsen.
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