Isaac Rosa se pregunta por qué nos queremos tan mal
El escritor publica ‘Feliz final’, una atípica novela de amor en tiempos acelerados
De primeras, la novela que acaba de presentar Isaac Rosa con el título de Feliz final y publicada por Seix Barral —una despiadada reconstrucción forense de una historia de amor, contada hacia atrás, desde la ruptura hasta su comienzo— podría parecer un objeto extraño dentro de su obra, siempre marcada por el compromiso social. Sin embargo, Rosa (Sevilla, 1974), aunque admite que esta vez se trata de un relato “de amor, sentimental, emocional, que entra en otros terrenos”, defiende la coherencia, pues sus novelas siempre parten de “una pregunta inicial que va más allá del tema, con un fondo más social”. Así, si en El país del miedo (2008, premio Premio Fundación José Manuel Lara) la pregunta era ¿por qué tenemos miedo?; en La mano invisible (2011), ¿por qué trabajamos?; o en La habitación oscura (2013), ¿por qué no arden las calles en plena crisis?; ahora la cuestión es: “¿por qué nos queremos tan mal?”.
“Este libro arranca de mi propio desconcierto amoroso, propio y cercano”, explica el autor, que este miércoles ha presentado su nueva obra en Madrid. Habla de un desconcierto generacional, que tiene que ver con la urgente necesidad de reflexionar sobre el amor, de repensarlo para quererse mejor, con lo bueno de las relaciones de toda la vida, pero sin sus elementos tóxicos de represión y dominación. Mas esa desazón amorosa, añade, “no deja de ser un reflejo del malestar de la sociedad”.
La propia pareja protagonista discute, en ese intento de reparto de culpas que siempre acompaña a las rupturas, si el suyo fue un problema interno, de cada uno de ellos, o si fueron víctimas de las circunstancias. “Cualquier relación amorosa es lo suficientemente compleja para que no se pueda reducir a una de las dos, pero sí creo que muchas veces obviamos algo que es tan evidente que ya ni lo vemos, que es la vida que llevamos”, explica Rosa. Y va enumerando dificultades: la lógica capitalista llevada a las relaciones —“Nos hemos convertido en una especie de emprendedores emocionales”—, la obsolescencia aplicada a la pareja, el miedo constante a estarse perdiendo otra cosa, la necesidad de acumulación, el tiempo acelerado…
Todo ello, sin contar con lo más reconocible: las condiciones materiales, la precariedad laboral o la desigualdad campantes después de 10 años de crisis. “Cuando hablamos de las relaciones amorosas nos fijamos mucho en la tecnología, las redes sociales. Veo muchos artículos sobre el amor en tiempos de Tinder, pero no veo ninguno sobre el amor en tiempos de la subida del alquiler en Madrid o en tiempos de submileurismo”, señala el escritor.
Y sus reflexiones también conectan con otra de las ideas que, para él, hacen coherente Feliz final y el resto de sus novelas —ya van ocho—: que siempre parte de una experiencia personal. “En este caso no es estrictamente autobiográfica, pero hay mucha carne propia y de la gente que me rodea”, cuenta. Por último, también impulsa toda su obra “una ambición más artística” que explica así: “Querer contar algo de una manera no sé si diferente, no sé si nueva, pero sí que te genere otro tipo de lecturas”.
No lo tenía fácil, en ese sentido, con una historia de amor. Así que ha buscado esa distinción en el fondo: “Hay partes que nos han contado tantas veces, el desgaste, la erosión, esos amores medianos que se van consumiendo”. Y en la forma, con un relato a dos voces, las de la pareja que va reconstruyendo su relación a través de una conversación imaginaria, con un reflejo gráfico —sus discursos “circulan por el mismo párrafo, se separan en varios espacios, van a dos columnas como dos personas que no se escuchan…”— que acompaña su viaje, desde la ruptura definitiva hasta que consiguen reconciliarse con su propia historia de amor al volver al principio de todo.
“Una relación amorosa no deja de ser una forma de contarse. Los protagonistas, cuando arranca la novela, están en plena confrontación de relatos y empiezan a remontarse a ver si son capaces de encontrar el momento en el que relato se abrió, se quebró. Y por el camino van encontrando otra forma de contarse juntos, de recuperarse”, resume Rosa.
Babelia
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