La Sagrada Familia crece sin control
“Cumpliremos el legado del arquitecto”, aseguran los responsables de la construcción del templo, en referencia a la fachada de la Glòria, que supone el derribo de 150 viviendas
Los responsables de las obras de la Sagrada Familia siguen con sus planes para acabar el conjunto del templo en 2026 gracias al alto ritmo de financiación que aportan los 50 millones de euros que recaudan de los 4,5 millones de visitas anuales: una media de 12.000 personas al día. Un número que creció de forma exponencial tras la consagración de la basílica por el papa Benedicto XVI en 2010. La Sagrada Familia lleva en construcción 136 años, ajena al control del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat, que no han tomado medida alguna para fiscalizar unas obras de enorme impacto en el barrio y en toda la ciudad. Por no tener, el edificio más icónico de Barcelona no tiene licencia de obras municipal. Solo un permiso de 1882 del Ayuntamiento de Sant Martí de Provençals, que dio por respuesta a Antoni Gaudí un “tramítese”. Pero el arquitecto no tramitó nada. El templo tampoco consta en el Registro de la Propiedad, donde solo figura como un enorme solar vacío propiedad de la Diócesis de Barcelona desde 1995.
Después de más de un siglo de irregularidades, en noviembre de 2016 la Junta Constructora del templo y el Consistorio de Ada Colau iniciaron negociaciones para regularizar la edificación y el pago de licencias con un plan especial urbanístico que se anuncia para finales de este año. Hasta entonces, las obras proseguirán sin control.
Esta falta de fiscalización ha posibilitado a los responsables del templo incurrir en anomalías como la que se descubrió en 2007, tras retirar el muro de la obra de la fachada de la Glòria, la principal de la basílica, situada en la calle de Mallorca, cuando se comprobó que ocho columnas estaban avanzadas entre 20 y 50 centímetros respecto a la alineación de la calle e invadían la acera. El Consistorio no actuó. Lo mismo está ocurriendo ahora con la capilla de la Assumpta, en la calle de Provença, al otro extremo de la manzana, donde sobresalen 30 centímetros.
Este jueves, los responsables de las obras aseguraron: “Como herederos de Gaudí defenderemos en la negociación la conclusión de su proyecto”, en palabras de Esteve Camps, presidente de la Junta Constructora, lejos de la cautela que en otras ocasiones habían mostrado sobre esta polémica cuestión. Se refería a la enorme rambla de acceso, de la anchura del paseo de Gràcia, que dibujó Gaudí para la fachada principal y que supondría el derribo de prácticamente dos manzanas del Eixample, la expropiación de negocios y de unas 150 viviendas, además de un túnel por encima de una calle con denso tráfico. “Habría que hacer unas acciones, pero no nos toca a nosotros”, fue la escueta respuesta de Camps, que se desentendió del problema que generaría una afectación de ese calibre. Tampoco contestó si esa operación sería de interés general, que es la base de cualquier expropiación.
La Administración de Colau, que al inicio del mandato aseguró que la basílica no era una prioridad para la ciudad, no aclaró este jueves su posición con el proyecto de la rambla de acceso y se limitó a explicar: “Desde hace dos años se trabaja para llegar a un acuerdo que sirva para tramitar la licencia de obras de la basílica, según el proyecto de Antoni Gaudí”. Por su parte, la Generalitat tampoco ha intervenido, pese a que la Sagrada Familia está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y cualquier actuación tendría que ser supervisada por esta Administración. Sin embargo, desde la Generalitat han asegurado que no tienen “obligación de vigilar los trabajos porque no afectan a la parte creada por Gaudí, que es la que está catalogada: la fachada de la Natividad y la cripta”; el lugar donde está enterrado el arquitecto.
La opacidad de las obras es tal que en 2010, cuando se construía el túnel del AVE que cruzaba toda la ciudad, al llegar a la altura del edificio se desconocía si la perforación de la galería podría afectar a la basílica. En ese momento, los responsables del templo negaron la información al Ayuntamiento, Generalitat y Ministerio de Fomento, y solo se avinieron a hacerlo con dos ingenieros alemanes de la Unesco, organismo que otorgó su reconocimiento a la Sagrada Familia como patrimonio de la humanidad en 2005.
Más allá de las numerosas polémicas urbanísticas, las obras de la Sagrada Familia continúan, año tras año, a un ritmo de vértigo, a medida que ha ido aumentando el número de visitantes. El enorme volumen de ingresos (que se han duplicado desde 2016 cuando se aseguró que los presupuestos para los trabajos eran de 25 millones) ha permitido culminar el 70% de los trabajos, por lo que los responsables de las obras aseguraron este jueves que están en la recta final.
Siguiendo el plan de los últimos años, la Torre de Jesucristo, la más alta de las 18 del conjunto, alcanzará los 172,5 metros en 2022, cuando se convertirá en el edificio más elevado de la ciudad. Ahora, los trabajos en esta torre están a una cota de 85,4 metros. De allí partirá una espectacular escalera de caracol de 60 metros de altura que rodeará a un ascensor de cristal. Ascenderán hasta la base de la cruz, de 17 metros de altura, que coronará el edificio y que también será accesible en grupos reducidos.
Con todo, Jordi Faulí, coordinador del equipo de arquitectos, reconoce que en el proyecto de Gaudí el interior de esta torre aparece como “un punto gris sin definir, pero los adelantos tecnológicos permiten trabajar el interior y crear este nuevo espacio”.
La Torre de Jesucristo comienza ahora a sobresalir del conjunto central del templo. También las cinco torres que la rodearán que no podían ser otras que las de los cuatro evangelistas que alcanzarán los 135 metros de altura y que ya se han conectado mediante un puente con la central de Jesús. Otra torre, algo mayor, de 138 metros, que se acabará con una estrella, cubre y le da luz al ábside de la nave central y está dedicada a la Virgen María.
Según los responsables del templo: “Las 18 torres formarán un conjunto plástico extraordinario, que cambiará en función del punto de vista y aportará sensaciones de elevación y acompañamiento alrededor de la torre central de Jesucristo”.
La visita de este jueves, organizada como cada año antes de la jornada de puertas abiertas con motivo de las fiestas de la Mercè (y en la que 30.000 barceloneses son invitados gratis a visitar el templo), sirvió para dar a conocer uno de los rincones más bucólicos de todo el edificio: el nuevo Huerto del Sepulcro; un rincón situado detrás de la Fachada de la Pasión, entre las esculturas de Jesucristo muerto y las dos torres centrales. En el huerto se han instalado, entre medio de enormes bloques de piedra que representan una cantera abandonada, plantas tipo helecho que crecen como signo de la nueva vida de la resurrección, explican los responsables del templo.
Como cada día, ayer la nave central era un bullicio de personas que deambulaban sin dejar de mirar hacia arriba, intentando retener la impresionante arquitectura tamaño XXL que es la nave central que tiene una superficie de 4.500 metros cuadrados. Eran una representación del visitante mayoritario: extranjeros, sobre todo italianos, estadounidenses y franceses, que rondan el 10% cada uno, mientras que los españoles representan solo el 5,8%; unas personas que tienen entre 25 y 44 años de forma mayoritaria y que visitan el templo (en un 74%) porque es el monumento imprescindible de la ciudad, y el resto porque tiene un interés arquitectónico.
Comisión para definir el limbo y el purgatorio
Aunque la Junta Constructora de la Sagrada Familia asegura que sigue fielmente el proyecto de Antoni Gaudí, hay puntos en los que la poca definición que dejó el arquitecto les lleva a intervenir de forma activa. Es el caso de la decoración de la fachada de la Glòria, en la que Gaudí escribió que quería “representar el infierno, el cielo, el limbo y el purgatorio”, pero no dejó dibujo alguno de cómo hacerlo. Por eso se ha constituido una comisión de expertos, formada por cinco teólogos y cinco críticos de arte, para ver cómo se traducen estos conceptos al siglo XXI, según explicaron este jueves los discípulos del arquitecto.
Este pórtico, el más monumental, tendrá siete grandes columnas en las que se representarán los siete dones del Espíritu Santo, los pecados capitales y las siete virtudes. También habrá siete puertas dedicadas a los sacramentos cristianos. El arquitecto tampoco dejó dibujo alguno sobre todo esto.
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