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CRÍTICA | EL CAPITÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Traidor en el infierno

La película se revela un inesperado alto en el camino dentro de la carrera de Robert Schwentke: un proyecto sumamente personal

Fotograma de la película 'El capitán', de Robert Schwentke.
Fotograma de la película 'El capitán', de Robert Schwentke.

Dos prisioneros en un campo de trabajo se ven obligados a representar una sesión de comedia antisemita ante los militares que controlan el lugar. La acción transcurre en abril de 1945, cuando la derrota alemana parece ya un destino inevitable, pero las dinámicas de la crueldad siguen perviviendo, declinadas casi a modo de farsa sanguinaria. La secuencia podría aportar luz a cualquiera de los abundantes debates contemporáneos sobre los límites del humor y los claroscuros de la incorrección política –aquí, el cómico es la víctima, aplazando, mediante la moneda de cambio de la autohumillación, un final escrito de antemano-, pero la película utiliza la situación para otro fin: ahondar en el gran tema que articula su relato, la supervivencia como camino de envilecimiento. En cierto sentido, esos cómicos judíos a la fuerza son un espejo del sendero moral que transita el protagonista de El capitán, un desertor que acabará asumiendo la condición de verdugo y ángel oscuro en un panorama caótico donde su pragmatismo amoral y su plus de sadismo al servicio de una precaria máscara, serán recibidos, por algunos, como un regalo caído del cielo.

Dirección: Robert Schwentke.

Intérpretes: Max Hubacher, Milan Peschel, Frederick Lau, Bernd Hölscher.

Género: bélico. Alemania, 2017

Duración: 118 minutos.

Inspirada por la figura real del soldado alemán Willy Paul Herold, ejecutado por crímenes de guerra en 1946 después de haber asumido la falsa identidad de capitán de la Luftwaffe y orquestar la masacre de los prisioneros del campo de Aschendorfermoor, El capitán se revela un inesperado alto en el camino dentro de la carrera de Robert Schwentke: un proyecto sumamente personal –el cineasta es, asimismo, único responsable del guion- tras un recorrido no demasiado estimulante por los cauces del blockbuster más o menos disfuncional –RED (2010), R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal (2013)- y las sagas a la medida millennialLa serie Divergente: Insurgente (2015), La serie Divergente: Leal (2016)-. Al contrario que su protagonista, Schwentke no parece un impostor camuflado bajo un barniz (blanquinegro) de superficial prestigio: El capitán es un relato picaresco degradado en pesadilla que sostiene en todo momento su poder perturbador y se apoya en una palpable autoridad estilística.

El duelo burocrático ventana frente a ventana que proporciona un brillante momento a la película podría sintetizar el concienzudo sentido del espacio de este relato que se desarrolla, en todo momento, sobre la cuerda floja de la suspicacia cruzada. En el fondo, Willi Herold sabe que no engaña a nadie: es tan solo un monstruo útil mientras se derrumba el infierno.

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