De lo conciso a lo prolijo
Llega a los cines la primera entrega de la adaptación del último libro de la trilogía de Veronica Roth
O el narrador es alguien verdaderamente brillante, o la fábrica de chorizos en forma de franquicias distópicas juveniles no da para más. Las novelas, y las películas. Reiteración, estiramiento, capricho. Y más si los productores de Hollywood, ávidos por exprimir hasta la última gota, se empeñan en dividir las novelas en dos películas. Como La serie Divergente: Leal (1ª parte), tengan el valor de decir el título entero al de la taquilla, primera entrega de la adaptación del último libro de la trilogía de Veronica Roth. Una saga que empezó tambaleante, que se había recuperado en una efervescente segunda entrega gracias, entre otras cosas, a la concisión narrativa, y que ahora se hunde a falta del capítulo final.
LA SERIE DIVERGENTE: LEAL (1ª PARTE)
Dirección: Robert Schwentke.
Intérpretes: Shailene Woodley, Theo James, Naomi Watts, Jeff Daniels, Miles Teller.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2016.
Duración: 121 minutos
En Leal, seamos concisos nosotros, Robert Schwentke y sus guionistas ofrecen un curso sobre lo peor que pueden hacen unos escritores: olvidar el tema y los subtextos para centrarse únicamente en la trama. El resultado es una película en la que el único punto de interés, la modificación del genoma humano y sus consecuencias, se ve empequeñecido por un carrusel de sistemática, artilugios, naves, escapadas e incursiones, donde todos pueden ver a todos no como metáfora de la edad del espionaje sino como risible multiplicación del punto de vista en la era del capricho narrativo. Sin fuerza o belleza en las imágenes, Leal practica eso tan fullero de la ciencia-ficción del todo a 100: cuando no sepas cómo resolver una situación, ya que estás en el futuro, saca de la chistera un invento tecnológico que te permita pasar a la siguiente secuencia.
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