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Los expertos achacan a la falta de previsión los daños en el Hércules de la Real Academia de Bellas Artes

La institución acuerda "medidas extraordinarias" con Ayuntamiento, Comunidad, y la constructora del complejo Canalejas (OHL)

Detalle de los desperfectos de la escultura 'Hércules Farnese'
Detalle de los desperfectos de la escultura 'Hércules Farnese'l. Piergiovanni (EFE)

Junto al fuego que ha arrasado más de 200 años de historia en el incendio del Museo Nacional de Brasil, son nueve los agentes de riesgo que amenazan el patrimonio, ese bien intocable que es la identidad de un pueblo y sus afectos: el robo y el vandalismo, el agua, las plagas, una iluminación, una temperatura y una humedad incorrectas, las fuerzas físicas y los contaminantes. Estas dos últimas han tenido un desgraciado protagonismo, también este fin de semana, en el patrimonio español, tras la aparición de grietas estructurales, una escultura rota, salas desalojadas y una invasión de polvo en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Rabasf).

La vocación de los museos –preservar los testimonios de una cultura– tiene enemigos comunes y extraordinarios. A los últimos se los neutraliza con planificación. "Me parece inaudito", explica Fernando Carrera, presidente de la Asociación de Conservadores y Restauradores de España (CREA), para quien ha habido un fallo de protocolo "muy grave" ante unas obras como las de Canalejas y una colección artística tan importante. La demolición de los edificios históricos –comprados por el empresario Villar Mir a Banesto, en 2012, por 215 millones de euros, tras la rebaja de la protección de los mismos– "no ha tenido en cuenta su impacto en el conjunto histórico de la zona".

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"En Brasil parece que no había una ejecución de la política preventiva de riesgos y en la Academia ha habido protocolos muy poco eficaces y una amenaza externa muy grave", cuenta el experto conservador. Durante la época de bonanza económica, la Academia recibía ayuda del Estado suficiente como para mantener una plantilla de vigilantes que controlaran las más de sesenta salas de medio centenar de personas. Ahora se ha reducido a 17 y solo cuatro restauradores. Este año recibirá del Ministerio de Cultura 710.000 euros y 65.000 euros de la Comunidad de Madrid. "Es un organismo que apenas sobrevive", cuenta una técnico de prevención de riesgos del Ministerio de Cultura. "No tiene recursos para frenar una amenaza como la de la obra del complejo Canalejas. Ha fallado la labor de prevención". 

Tras las noticias de la crisis patrimonial del museo madrileño, este martes se reunieron los responsables del Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid, el Centro Canalejas Madrid (OHL) y la RABASF "con el objetivo de acordar las medidas extraordinarias para minimizar las posibles afecciones que la normal ejecución de las distintas obras pudieran producir en las obras artísticas" de la Academia. Dichas obras empezaron hace cuatro años y ya hubo un pago entonces de 70.000 euros por parte de Villar Mir como donativo por los daños causador por el polvo.

Los especialistas reclaman que esta reunión llega con cuatro años de retraso. "Hay que planificar y prever los daños y cada vez es más barato estudiar la incidencia sobre el entorno", explica Pablo Longoria, de la World Monuments Foundation. Fernando Carrera insiste en el hecho del factor catastrófico de origen no previsto, "pero debería haberse tenido en cuenta el entorno patrimonial y el impacto" de la magnitud de una obra como esa. "Son obras muy intrusivas, que no se han tenido en cuenta. Estas catástrofes solo se evitan con políticas de conservación preventiva". Es decir, son daños no previstos, pero previsibles.

Con los recortes de las ayudas, la plantilla de vigilantes y restauradores ha quedado muy reducida

Uno de los cuatro restauradores de la Academia es Adolfo Rodríguez, que reconoce que un museo completamente hermético, en un edificio histórico y con puerta a la calle Alcalá, "es imposible". "Llevamos cuatro años de convivencia muy molesta", dice, y habla del polvo. El director, José María Luzón, reconocía que el museo está "contaminado" por el polvo imparable de las obras. Los responsables de la conservación trabajan mucho más en la limpieza y todo a coste de la Academia. "Nunca habíamos pasado por algo parecido", dice. "Un museo no puede mostrar así su colección, llena de polvo. No es tan grave como la humedad o una guerra... pero hemos tenido que redoblar esfuerzos para mantenernos abiertos al público".

A la plantilla les ayudan a aspirar y borrar con brocha las partículas de los cuadros y las esculturas los estudiantes universitarios de intercambio. Sin su ayuda no sería posible. El jefe del departamento de conservación del Museo Reina Sofía, Jorge García Gómez-Tejedor, indica que ha faltado un plan de impacto sobre el conjunto patrimonial del entorno para mantener a salvo el museo y sus fondos. "Lo ideal para defenderse de la amenaza del polvo es un edificio completamente estanco. El impacto es mucho mayor si la arquitectura mantiene un formato decimonónico".

El poeta brasileño Antonio Cícero (Río de Janeiro, 1945) escribió sobre la vocación de los museos, como conservadores de afectos, esta oda a la preservación: “Guardar una cosa es mirarla, contemplarla, mirarla por admirarla, esto es, iluminarla o ser por ella iluminado. Guardar una cosa es vigilarla, esto es, hacer vigilia por ella, esto es, velar por ella, esto es, estar despierto por ella, esto es, estar por ella o ser por ella”.

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