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A la búsqueda de la barca del apóstol Santiago

El municipio coruñés de Padrón rastrea el lugar donde la leyenda dice que arribó en el siglo I la embarcación que transportó los restos del santo

Vicente G. Olaya
Un técnico recorre con un georradar la parcela donde podría hallarse el embarcadero medieval de Padrón (A Coruña).
Un técnico recorre con un georradar la parcela donde podría hallarse el embarcadero medieval de Padrón (A Coruña).Prospectivas y Análisis Arqueológicos

En Padrón están a la espera del milagro. Si se produce, la localidad coruñesa próxima a la ría de Arosa “se pondría en valor como parte fundamental del Camino de Santiago”. Algo así como lograr demostrar científicamente que “aquí empezó todo”, con las consecuencias económicas y culturales que el descubrimiento tendría para el municipio. En juego está hallar el lugar exacto donde la tradición señala que se desembarcó el cuerpo del apóstol decapitado por Herodes Agripa I a miles de kilómetros de distancia en torno al año 40 después de Cristo. Pero como les ocurre a los peregrinos, la ruta hasta el sepulcro está llena de interrogantes, ya que toneladas de asfalto y arena se interponen en la respuesta. En breve comenzará la segunda fase del proyecto en que se ha embarcado el Ayuntamiento, una empresa local y los vecinos. Ya han encontrado pistas.

La leyenda sostiene que la barca con el cuerpo de Santiago el Mayor atracó en las orillas del Sar en la primera mitad del siglo I procedente de Haffa (Palestina) y que iba tripulada por sus discípulos Teodoro y Anastasio. Amarraron la embarcación –que no debía de ser pequeña teniendo en cuenta que había atravesado todo el Mediterráneo y ascendido por las atlánticas costas de Portugal hasta Galicia- y depositaron los restos del Zebedeo sobre una peña pegada al río. Al posar el cuerpo, la roca se derritió “como cera”, dicen los cronistas medievales, y tomó la forma del santo. Pero los restos no se quedaron en Padrón, ya que tras múltiples vicisitudes que se alargaron durante siglos, terminaron en Compostela. Pero eso es otra historia no menos complicada.

Sean cuales sean los hechos reales, lo que está constatado es que desde el siglo XV las visitas al lugar donde se arribó el supuesto cuerpo del Matamoros fueron continuas. Hasta el noble checo León de Rosmithal de Blatna, cuñado del rey Jorge de Bohemia, se acercó en 1467 con un séquito de 40 personas a echar un vistazo. En 1549, el estudioso Bartolomé Sagrario de Molina, que tampoco pudo resistir la tentación de dejarse caer por el lugar, dejó escrito: “En una gran peña donde fue echado, que luego que sus discípulos le sacaron de su barca y la pusieron en aquella piedra, ella misma se abrió y se hizo un sepulcro perfecto, según hoy día vemos en este puerto. Y esta piedra no es la barca en la que afirma el vulgo que vino el Apóstol, sino donde fue echada”. Y es que algunos creían que aquella formación pétrea antropoforma era la barca en la que había llegado el cuerpo, pero no había unanimidad.

De todo aquello hoy en día no queda nada visible, excepto el primitivo noray donde los sufridos Teodosio y Anastasio amarraron la gabarra, el bajel o la lancha en la que llegaron desde Oriente Medio. En la localidad, de hecho, se conoce este bolardo de amarre como el pedrón (lo de Padrón ya viene de lejos por lo que se ve). Los vecinos lo colocaron bajo el altar mayor de la iglesia parroquial para conservarlo. Bien es verdad que era, en realidad, un ara romana dedicada al dios Neptuno. En ella se puede leer: ”No oris eses D S P", que se traduce algo así como “A Neptuno, el Foro Iriense [por Iria-Flavia, parroquia de Padrón], con su dinero".

Tantos eran los peregrinos que se acercaban durante el Medievo y la Edad Moderna a ver la peña, y de paso arrancar un pedacito como recuerdo -el amarre estaba a salvo en la iglesia-, que el papa ordenó arrojarla al río para preservarla. Eso sí, antes pidió construir una escalera de piedra que permitiera observarla de lejos en mitad de las limpias aguas del afluente del Ulla.

Rosmithal de Blatna lo relata así: “Habiendo oído el pontífice que los peregrinos quebrantaban por todas partes aquella peña, la sumergió en el agua y labró unos escalones desde donde pudiera la gente contemplarla ...”. “En esta misma piedra vino por mar el cuerpo de Santiago”. Romisthal era de los que pensaban que la peña era en realidad una barca de piedra.

Más de cien años después, en 1606, Jerónimo del Hoyo, en su libro Memorias del Arzobispado de Santiago, describe lo que él pudo ver tras tantos años de peregrinos arrancando trocitos: “El río arriba, cerca de los muros, está el lugar adonde llegó la barca con el cuerpo del glorioso Apóstol y en el mismo en medio del río está la piedra en donde la pusieron al desembarcar, que lo hizo en ese mismo lugar, como un sepulcro. Echáronla allí porque no se gastase y peresçiese su memoria, que la llebaban a pedaços los romeros.  Desta piedra nasció el decir que la barca fue de lo mismo, pero lo cierto es que fue de madera y se gastó con el tiempo pues pasó mucho antes de que se hubiese noticia entre cristianos”. A Del Hoyo lo de la barca de piedra no terminaba de convencerlo.

Y así con el paso del tiempo la peña se fue rodeando de sedimentos fluviales hasta que desapareció. Dejaron de llegar los peregrinos y su inveterada costumbre de dañarla. Ya a mediados del XX, el meandro fue rellanado por el Ayuntamiento y sobre él se construyó una zona municipal que comparten hoy en día coches y actividades municipales.

En 1971, a las manos del entonces niño Ángel Rey llegó el llamado Libro de Pascua, una revista que cada año publica el Ayuntamiento y en la que se mezclan anuncios de comercios locales, avisos municipales y artículos costumbristas. Los ojos del joven se posaron en uno titulado “Terreno histórico bajo la arena”. Era obra del historiador Máximo Sar y relataba todo lo que se conocía sobre aquel hito cultural. “Aquello se me quedó grabado. Era un niño, no podía hacer nada, pero crecí. Y nunca olvide la historia”, recuerda Rey, que hoy es presidente de la asociación Villa Petroni, la entidad que ha promovido el proyecto de búsqueda.

Con ayuda del Ayuntamiento y del patrocinador privado Vermú St Petroni, lograron reunir los 12.000 euros que cuesta la investigación. Cristina Codesido, socia de la bodega, recuerda que la asociación cultural intentó recabar sin éxito el dinero de distintas administraciones: la Xunta, la Iglesia y el Ejército (Santiago es patrón del Arma de Caballería). “A todos le parecía una gran idea, pero solo nos daban palmaditas. Así que nosotros, que somos una empresa que apuesta por poner en valor nuestra historia, decidimos hacernos cargo”.

Ya con los fondos necesarios, contactaron con Prospectivas y Análisis Arqueológicos, que encabeza Andrés Bonilla. “No sabíamos por dónde empezar, ya que nos enfrentábamos a una superficie aproximada de 6.000 metros cuadrados. Era un gran reto. Comenzamos por el sur de la parcela y utilizamos un georradar”.

A principios de este año, se logró el primer resultado. Los expertos creen haber hallado las escaleras de piedra que fueron construidas para evitar los destrozos sobre el peñasco. Se trata de una estructura situada unos cuatro metros bajo rasante y de cinco metros longitud por tres de ancho. Bonilla, que ha utilizado una antena multidireccional en 3D, recuerda que ya cuenta con los permisos oficiales para comenzar la segunda y más importante fase: desenterrar la peña o la barca, que sigue sin estar muy claro.

Lorena Couso es concejal de Cultura de Padrón y reconoce que el permiso para las investigaciones ya está firmado. “No queremos que se retrasen mucho los trabajos porque para nosotros es muy importante, ya que pondría en valor Padrón como parte fundamental del Camino de Santiago”.

Y ahora están todos esperando a que comiencen las labores en la parcela municipal que se halla, curiosamente, en un área conocida desde tiempos inmemoriales como A Barca. “La encontraremos o no, pero lo vamos a intentar. Todos estamos de paso y somos testigos del pasado. Se lo debemos a los que nos sigan. Es nuestra tierra y nuestra historia”, concluye Codesido.

 

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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