“La ciencia en YouTube la monopolizan los hombres”
Con 25 años, Rocío Vidal destapa timos, mitos y charlatanerías pseudocientíficas desde su canal de vídeos, 'La gata de Schrödinger'
La youtuber Rocío Vidal se debió de caer en la marmita del escepticismo científico cuando era pequeña. Con dos años sabía leer. Con ocho, volvía a casa cabreada de catequesis porque “era un sinsentido”. Con 14, corregía a su profesora de biología. Con 20, se saltaba clases de su doble grado en periodismo y publicidad para ir a las charlas de ciencia de la universidad. Ahora, con 25, destapa timos, mitos y charlatanerías pseudocientíficas desde su canal de vídeos, La gata de Schrödinger.
No es que sea una sabelotodo, pero reconoce algunas piedras con las que ya ha tropezado. Tras publicar un vídeo titulado La estafa de la psicología positiva y la autoayuda, explica que ella recurrió a estas corrientes durante sus años universitarios, pero fue un viaje de ida y vuelta. “Sí, sí, yo era muy magufa. Y en bachiller iba con la pulserita de Power Balance”, recuerda, “diciéndole a todo el mundo ‘mira, mira, con la pulsera me toco los pies, soy más flexible’. Qué vergüenza, ahora que lo pienso: yo, ahí, divulgando”, bromea.
La cruzada de Vidal contra las pseudoterapias es relativamente reciente, nacida en parte de sus experiencias pero también producto de la ira que le produce ver la manipulación del público. “Cada uno puede hacer con su dinero lo que quiere. Si sigues un tratamiento de cáncer y además el reiki te sienta bien, pues enhorabuena, felicidades; el efecto placebo existe. Pero esto es un mundo muy turbio y la gente, por ejemplo, deja tratamientos contra la depresión y acaba suicidándose”, protesta. Lo que sí vio siempre claro fue la necesidad de buena divulgación, porque “en España falta mucha cultura científica. La ciencia tiene que ser llana, no desde un pedestal. Al final, si no le llega a la gente, no existe”, opina.
La gata de Schrödinger ha ganado mucha fama por el escepticismo pícaro de Vidal —tiene más de 84 mil suscriptores—, pero sus vídeos no son todo crítica y censura. “También me gusta hablar en positivo y contar las cosas buenas de la ciencia; yo creo que esta profesión es preciosa”, defiende la youtuber. Tampoco huye de dar su opinión sobre otros temas cuando los internautas se lo piden, aunque ya conoce bien la dureza (y acritud) del público. Por petición popular, grabó un vídeo sobre feminismo “con la gota en la frente” y la certeza de que le iban “a caer palos por un lado y por otro”. “¿En qué quedamos, soy machista o feminazi? ¡Las dos cosas no puedo ser! Vivimos en la era de Internet; digas lo que digas, de casi cualquier tema, la gente se va a ofender”, resume, recordando insultos que ha recibido por vídeos anteriores.
Aunque algunos duelen, los comentarios —tanto positivos como negativos— avivan la fuerte convicción social de Vidal que la impulsa a seguir presentando datos científicos, acompañados por su opinión cuando lo considera necesario. “¿La homofobia está superada? ¿Sí? Mirad los comentarios de mi vídeo sobre la ciencia de la bisexualidad y veréis si la homofobia está superada”. Tampoco dejará de lado el feminismo; no en vano cambió de género al gato más famoso de la física. “Cuando me escriben con ‘oye, gatita', pienso: '¡Socorro, parece que vivo en una canción de reggaetón!”. Se ríe. Y añade, más seria: “La ciencia en YouTube está totalmente monopolizada por hombres”. Aunque asegura que a ella su género nunca le impidió hacer lo que quería, recibe comentarios sexistas y cree que la falta de visibilidad femenina en la investigación es un problema para muchas mujeres jóvenes.
Vidal, natural de Benicàssim, vive en un bajo de Barcelona que comparte con un perro adoptado y dos amigas de la infancia, de las pocas en su círculo íntimo que tienen trabajo estable. “El resto de mis amigas viven en casa de sus padres. Desde pequeños nos inculcan que hay que tener un trabajo fijo, casarse, tener hijos, comprarse una casa y tenerlo todo. ¿Pero cómo vamos a tener hijos y una hipoteca, si nos independizamos a los 30?”, reclama.
Babelia
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