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Crítica | DOS MUJERES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las manos de la comadrona

El director francés Martin Provost logra una película que conquista la emotividad sin recurrir al sentimentalismo

Fotograma de la película 'Dos mujeres'.
Fotograma de la película 'Dos mujeres'.

El nacimiento y la muerte son los acontecimientos más trascendentes de una existencia y, como ha recordado el cineasta Martin Provost durante la promoción de su sexto largometraje, Dos mujeres, antiguamente eran tutelados por una misma figura femenina, portadora de una sabiduría ancestral: la comadrona. Recibir una nueva vida o despedirla como dos formas de un mismo gesto: en una cultura humanista, lo importante tiene que seguir haciéndose con las manos.

DOS MUJERES

Dirección: Martin Provost.

Intérpretes: Carherine Deneuve, Catherine Frot. Olivier Gourmet, Quentin Dolmaire.

Género: comedia.

Francia, 2017

Duración: 117 minutos.

En su día, las comadronas fueron perseguidas por la Inquisición bajo la acusación de brujería. Más tarde, fueron cuestionadas por el gremio de cirujanos cuando la práctica de la obstetricia se convirtió en un terreno profesional codiciado. La que protagoniza este trabajo tiene que lidiar con otro cambio de paradigma: el paso de la práctica artesanal del oficio a la lógica productiva neoliberal de unas hipertecnificadas clínicas de maternidad a las que no les importa tanto el cómo como el cuánto. Dos mujeres es una película importante en la trayectoria de Provost en la medida en que salda una deuda personal: el cineasta confiesa deberle la vida a la comadrona que, mediante una transfusión de sangre, salvó su situación neonata entre la vida y la muerte.

El pulso entre un oficio humanista y su reconversión mercantil es el telón de fondo, pero no el tema de una película que centra su fuerza en el duelo actoral entre dos damas de la interpretación de técnicas y generaciones contrastadas: una Catherine Frot que parece haberse entrenado tan a fondo en el lenguaje gestual de su oficio de ficción como lo hiciera en su día el Javier Cámara de Hable con ella (2002) y una Catherine Deneuve que encarna a la antigua amante del padre de la primera, rescatando, sin saberlo, la memoria de una tragedia familiar.

El diálogo entre las actrices es un juego de esgrima dramatúrgica en el que se baten la técnica (Frot) y la intuición (Deneuve) en esta historia en torno al perdón y al renacimiento vital. Lejos de los tópicos de la comedia de contrarios, Provost logra una película que conquista la emotividad sin recurrir al sentimentalismo.

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