De su desconsuelo nació el monstruo
Haifaa Al-Mansour narra con elegancia, ritmo e intensidad la férrea voluntad en el aprendizaje del arte de la autora de 'Mary Shelley'
MARY SHELLEY
Dirección: Haifaa Al-Mansour.
Intérpretes: Elle Fanning, Maisie Williams, Douglas Booth, Stephen Dillane, Tom Sturridge.
Género: biopic. Reino Unido, 2017.
Duración: 120 minutos.
Desde hace tiempo escucho en la boquita de algunos enterados y modernillos un cliché fatigosamente repetido y expresado con desdén sobre un tipo de cine que según ellos constituye un género en el que todo es previsible, cursi y prescindible. Lo denominan el cine de la campiña inglesa. Presuponen que solo fascina a gente mayor, instalada y convencional que luego lo comenta con arrobo degustando té con pastas. A mí me encanta. El bueno, por supuesto. Mi retina, mi oído, mi memoria y mi espíritu de solterón rancio guardan con infinito celo películas tan atractivas como Sentido y sensibilidad, Regreso a Howards End, Lo que queda del día y otras, Y tengo un recuerdo muy grato de adolescencia con una de las infinitas versiones de Jane Eyre, la que protagonizaba uno de mis actores favoritos, el Inmenso George G. Scott, y cuya preciosa banda sonora, sospecho que era uno de sus primeros trabajos, la firmaba el legendario John Williams.
O sea, que de entrada, las expectativas son gratas ante Mary Shelley, una historia sobre la insigne mujer que inventó al doctor Frankenstein y a su desvalido monstruo. No aparece la campiña inglesa pero sí las tierras altas de Escocia. De cualquier forma, no hay demasiados paisajes. Casi toda la acción transcurre en interiores. En ellos sobrevive una hermosa e hipersensible cría de 16 años llamada Mary Godwin, que anhela, sueña, plantea sus dudas sobre todo lo establecido, se rebela contra las convenciones, los prejuicios y las desigualdades que impone su época a las mujeres, se emborracha, abjura de la existencia de Dios, se pelea con su admirado padre, se enamora y queda embarazada del aclamado juglar, seductor profesional y experto en huidas sentimentales y de sus acreedores Percy Shelley, escribirá durante noches de tormenta en Ginebra un relato inmortal, en el que está hablando de sí misma a través de la inconsolable soledad de ese monstruo creado con órganos humanos. Lo hará acompañada por el alcoholizado Shelley, su afligida hermana, el vampirizado y deprimido doctor Polidori y el intenso y vampírico rey de los canallas lord Byron.
Y es curioso cierto paralelismo entre la ilustre biografiada y la señora saudí que dirige esta película. A Mary Shelley le cuesta sudor y lágrimas que aparezca su nombre y se reconozca su autoría en las portadas de Frankenstein. La directora Haifaa Al-Mansour tuvo infinitos problemas en Arabia Saudí, por su condición de mujer, para rodar su bonita ópera prima La bicicleta verde. Mary Shelley vivió un montón de años, aunque estuviera cercada por la muerte violenta o circunstancial. Murió su niña, la primera esposa de Shelley y Polidori se suicidaron. Shelley y lord Byron la palmaron muy jóvenes, consumidos por el frenesí y por sí mismos. Haifaa Al-Mansour narra con elegancia, ritmo, intensidad y delicadeza el doloroso aprendizaje vital, las creencias y el descreimiento, el enamoramiento y el abandono, la férrea voluntad en el aprendizaje del arte, la subversión vocacional, la negativa a la sumisión en un universo ancestralmente machista. La protagoniza con sentimiento, estilo y sobriedad Elle Fanning, actriz con futuro esplendoroso. Y aparece brevemente Maisie Williams, la adolescente que interpreta a la vengativa Arya Stark en Juego de tronos, esa profesional de la supervivencia en posesión de infinitos ovarios, una cría que me apasiona. Es un placer volver a encontrarme con ella.
Babelia
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