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Feria de San Fermín

¡Todos a hombros! (qué más da)

Hermoso, Hernández y Armendáriz cortaron siete orejas en una tarde triunfalista

Leonardo Hernández y Roberto Armendáriz, a hombros en San Fermín de 2017.
Leonardo Hernández y Roberto Armendáriz, a hombros en San Fermín de 2017.JAVIER LIZÓN EFE
Antonio Lorca

Hermoso de Mendoza es un catedrático ya emérito y sustituye la ilusión por el conocimiento y la experiencia; Leonardo Hernández es un joven maestro de contrastada capacidad y enorme proyección; y Roberto Armendáriz es un caballero de la tierra, poco placeado, tan apasionado como inexperto, a quien le hacen el favor del paisanaje. El público de rejoneo de Pamplona, como todos los de este país, pero sin el pollo de Madrid, sonriente, bullanguero y orejil; el presidente, del mismo rasero, y la debida exigencia, por los suelos.

Con estos mimbres, normal era que los tres caballeros salieran por la puerta grande; qué más da, si son buenos chicos; si Pablo es de la casa, y manda en esta plaza más que la Casa de Misericordia; si Leonardo es vibrante y conecta fácilmente con los tendidos, y Roberto tiene la necesidad de quien carece de contratos.

Ah, y los toros de El Capea, de presencia sanferminera, de exquisita nobleza y estudiada movilidad para el lucimiento exclusivo de los caballeros; al segundo de la tarde se le concedió la vuelta al ruedo por su bondad y obediencia.

En fin, que, por la sonrisa del respetable, fue una tarde divertida, pero también excesivamente amable y solo emocionante en muy contadas ráfagas.

EL CAPEA/HERMOSO, HERNÁNDEZ, ARMENDÁRIZ

Toros despuntados para rejoneo de El Capea, bien presentados, nobles y muy manejables; el segundo fue premiado con la vuelta al ruedo

Hermoso de Mendoza: rejón trasero (oreja); rejonazo (dos orejas).

Leonardo Hernández: pinchazo y rejonazo (dos orejas); tres pinchazos y rejón caído (silencio).

Roberto Armendáriz: dos pinchazos, rejón y cuatro descabellos (silencio); rejón caído y delantero (dos orejas). Los tres rejoneadores salieron a hombros.

Plaza de Pamplona. Segundo festejo de la feria de San Fermín. 6 de julio. Casi lleno.

Hermoso es un veterano y se le nota; un catedrático, sí, pero emérito. Lo ha sido todo en el rejoneo, nada tiene ya que demostrar, su experiencia es un grado superlativo y excelso su conocimiento. Lo que le falla, al menos en apariencia, es la ilusión. Rejonea sin esfuerzo, sin dar importancia a su quehacer y lo que transmite es corrección y frialdad. Quizá por ese motivo su primera actuación fue aburrida y no levantó los ánimos de nadie. El mismo camino llevaba su labor ante el cuarto, pero un par a dos manos de banderillas cortas devolvió la sonrisa a los tendidos y le facilitó las dos orejas.

Leonardo es la juventud, la pasión, la vibración y la espectacularidad, y aprovecha su facilidad para llegar a los espectadores. Abusa de los gestos (es un experto torbellino en el manejo de manos y brazos para buscar el aplauso), pero templó muy bien a dos bandas a su primero, ese buen toro de vuelta al ruedo, protagonizó un extraordinario tercio de banderillas dejando llegar a su oponente a la misma piel de las monturas y no acertó a la primera con el rejón de muerte. No desmereció ante el quinto, y destacó en un par de banderillas a dos manos, pero los pinchazos que cobró antes del rejón final le cerraron el paseo triunfal.

Y Armendáriz no decepcionó a pesar de que pisa pocos ruedos; la escasez de contratos se refleja en sus maneras, pero destaca por su pasión y entrega. Corre mucho delante de los toros y torea poco, clava con desmedida celeridad y no le sobra dominio en las distintas suertes. Pero estuvo muy bien con el caballo Ranchero en la colocación de tres banderillas al quiebro al sexto de la tarde. En un palmo de terreno, esperó la embestida del toro y clavó con sorprendente acierto.

¡Todos a hombros! Demasiadas orejas; pues muy bien,… pero el rejoneo requiere algunas dosis de mayor exigencia, otros toros que destaquen por algo más que su bondad y un público menos bullanguero. Una quimera, vamos…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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