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Crítica | Ocean's 8
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El robo más ‘fashion’ jamás contado

Un 'thriller' cuyo encanto y poder de seducción son tan efímeros como los de una burbuja de champán

Preparación del robo en 'Ocean's 8'.
Preparación del robo en 'Ocean's 8'.

OCEAN’S 8

Dirección: Gary Ross.

Intérpretes: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Awkwafina.

Género: thriller. Estados Unidos, 2017

Duración: 110 minutos.

Cuando Steven Soderbergh abrió lo que acabaría siendo una trilogía con la celebrada Ocean’s Eleven (2001), estaba claro a qué tradición apelaba: la película era un virtuoso recital de ligereza, distinguido por un palpable placer en la ejecución –a fin de cuentas, el propio director se desdoblada como operador de cámara-, que intentaba desempolvar ese inasible concepto de una masculinidad cool que, en su día, encarnó el grupo de estrellas conocido como el Rat Pack. Más que un remake de La cuadrilla de los once (1960), de Lewis Milestone, la película funcionaba casi como un ritual de traspaso de poderes, que intentaba reivindicar un espacio para la pura evasión sofisticada e inteligente en el seno de un Hollywood un tanto despreocupado del buen gusto, sirviéndose del carisma del pelotón de estrellas capitaneado por George Clooney y Brad Pitt.

Con Ocean’s 8, Gary Ross, que tuvo a Soderbergh como director de segunda unidad en Los juegos del hambre (2012), hereda la fórmula para adaptarla a la contemporánea ola de visibilidad femenina sin perder las esencias del modelo, incorporando tanto el lejano recuerdo de La cuadrilla de los once como el más reciente de la trilogía Ocean en su constante juego referencial, pero, también, ampliando el marco para sembrar algunas pistas dirigidas al más obsesivo cazador de detalles: una pieza de joyería que ni siquiera es el objetivo principal del robo que centra la trama recuerda que todo esto de la delincuencia de guante blanco ya lo inventó Maurice Leblanc de la mano de Arsenio Lupin (y ese mítico collar de María Antonieta que reaparece aquí en un cameo para iniciados).

Ocean’s 8 es una de esas películas cuyo encanto y poder de seducción son tan efímeros como los de una burbuja de champán, rasgo que no es especialmente reprobable en una era donde buena parte de los blockbusters tienen más alma de indigestión. La trama, con ocurría con la trilogía precedente, tiene menos importancia que la complicidad entre las componentes del elenco, su look y el modo, casi coreográfico, con que despliegan sus juegos de manos en sincronía con el incesante cruce de réplicas y contrarréplicas. Es una propuesta que, en el fondo, está mucho más cerca de un musical sin música que de un thriller de atracos perfectos y, quizá por eso, algunas puntuales piruetas de posproducción afean el conjunto. Atención a Awkwafina, la gran actriz revelación de la banda.

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