Así son las personas que borran tu foto en redes sociales
Filipinos, menores de 35 y sin apenas experiencia como moderadores ejercen un rol hasta ahora propio de los medios de comunicación: discernir entre lo informativo y lo censurable
Cuando creemos que una red social ha censurado alguna de nuestras imágenes, lo más probable es que solo las hayan dejado en revisión, tras las denuncias de otros usuarios o por decisión de un algoritmo. Esos contenidos llegan poco después a los ojos de un trabajador, de carne y hueso.
Algunos de ellos se consideran vigilantes que velan por la seguridad de los ciudadanos; otros se ven a sí mismos como basureros, intentando eliminar la suciedad del mundo. Son los moderadores de contenidos de las grandes redes sociales, cuyo trabajo es mucho más impersonal que el de aquellos que gestionan comentarios para los medios de comunicación.
Durante su jornada laboral observan ante una pantalla de ordenador miles de publicaciones que un sistema informático les filtra previamente. Son imágenes o posts que, a través de las redes sociales, se convierten en información. Ellos tienen que decidir cuáles de ellas se deben borrar. Quizá uno de esos lo has escrito tú, que vives a miles de kilómetros de distancia y tu vida está a años luz de la de la persona que presiona el botón de eliminar. Nada de sangre. Ni de desnudez. Y la sátira, a menudo, tampoco está permitida.
Moritz Reisewieck (Berlín, 1985) y Hans Block (Ruhr, 1985) han rastreado a estas personas para recopilar algunos de sus testimonios en The cleaners, documental que proyecta el Festival de Cine Alemán de Madrid tras su estreno en Sundance a principios de 2018. En él, apuntan a que, cada minuto, más 450.000 mensajes se publican en Twitter, 2,5 millones de posts aparecen en Facebook y se suben a YouTube más de 500 horas de vídeo.
La película muestra el perfil medio del moderador de contenidos, el eslabón menos conocido de la torrencial cadena de información que se distribuye en internet. Son trabajadores jóvenes, casi siempre menores de 35 años; apenas cuentan con experiencia en el puesto, ya que pocos duran en esta profesión; y son de nacionalidad filipina.
“Nosotros también nos hacíamos esa misma pregunta. ¿Por qué la mayoría de ellos trabajan en Manila [y en otros lugares como India]? Las particularidades del país, a medio camino entre Oriente y Occidente, interesa a las grandes empresas, que buscan personas que analicen imágenes procedentes de todas partes del mundo”, comenta a EL PAÍS Moritz Reisewieck, uno de los responsables del documental.
Filipinas ha sido en el pasado una colonia española y estadounidense. Más del 90% de sus ciudadanos son cristianos en plena Asia. “Su moral católica resulta muy arcaica. Aunque suponga un conflicto moral para ellos exponerse a esos contenidos, se lo toman como una misión para eliminar el pecado del mundo”, dice el director a través del teléfono.
Los encuentros con los pocos moderadores que han accedido a hablar ante la cámara se han rodado con la oscuridad propia del thriller informático Mr. Robot; una decisión narrativa de los alemanes con la que los alemanes reflejan la poca transparencia que rodea a esta nueva profesión.
La mayor parte del tiempo dedicado a rodar The cleaners se invirtió en desentrañar el misterio en torno a estos trabajadores, explica Reisewieck: “A menudo, sus empresas los camuflan con nomenclaturas abstractas, como analista de datos u operador de comunicaciones. La mayoría de ellos tienen acuerdos de confidencialidad y ni si quiera sus familiares y amigos saben a qué se dedican realmente. Los que aparecen en el documental ya habían dejado de trabajar en ello o estaban a punto de hacerlo mientras rodábamos”.
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La suya no es una carrera de largo recorrido. Y no es para menos. Los contenidos suelen llegar ya filtrados por temáticas. Algunos revisores se enfrentan a diario a violencia extrema, otros a sexualidad y abuso infantil. Hay quienes tienen que especializarse en cumplir las leyes de un país en concreto; por ejemplo, memorizando las banderas y emblemas de los grupos terroristas señalados por el Gobierno estadounidense. Son el filtro humano que absorbe lo peor de nuestras sociedades.
“Aunque otros asuntos les suponen una enorme carga psicológica, lo más complicado de moderar para ellos es la sátira, el humor y la ironía de cada país. Es complicado que entiendan el contexto en el que está realizada una caricatura y, a menudo, las eliminan sin razón. Intentan proteger al usuario y garantizar que navega en un entorno seguro, pero a menudo lo hacen a costa de censurar denuncias sociales que son relevantes para la sociedad”, cuenta Reisewieck.
Los medios de comunicación han perdido totalmente su papel de decidir qué informaciones son relevantes y adecuadas para la sociedad, ahora lo hacen un puñado de gigantes empresariales, lamenta el director. “Y el servicio público no es una de sus misiones. A un editor o un redactor de un periódico, a veces le lleva días reflexionar sobre si publicar o no un contenido. Los moderadores tienen segundos para tomar esas mismas decisiones, sin supervisión y sin poder contar casi nunca con una segunda opinión”.
Por eso, el alemán considera que es importante que los usuarios reclamen cuando algunas de sus imágenes son censuradas: “Es nuestra labor como ciudadanos exigir a las redes sociales que no sean las responsables de esas decisiones. Hay un enorme peligro en el hecho de que empecemos a acostumbrarnos al criterio de estas empresas y terminemos por autocensurarnos sin ni si quiera darnos cuenta”.
Babelia
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