El fin de lo normal
Nos estamos lanzando en los brazos del cataclismo multiplicado por mil: la arrolladora fuerza del mal mortal
¿Es normal que el seleccionador nacional abandone al equipo unas horas antes de que empiece el campeonato del mundo? No es normal. ¿Es normal que un ministro deje el Gabinete días después de su elección? No es normal. ¿Es normal que el libro infantil y juvenil sea el pilar del negocio editorial y las mujeres sus arquitrabes? No era normal. Entre lo que ahora es normal y anormal cunde una pasarela que define la época.
No es normal que cientos de miles de emigrantes huyan de sus países y varios miles de ellos mueran ahogados en el mar, pero ¿quién puede decir a estas alturas que no sea habitual? La normalidad de la anormalidad ha conducido a ver la pederastia en la Iglesia como un fenómeno casi normal y por si faltaba poco los desajustes entre climatología y estaciones han derivado en una sucesión de catástrofes anormalidades ambientales
Desde la gran crisis de 2008 el sistema económico y financiero ingresaron en un tremedal cuyas aguas tiemblan y los pasos flaquean. Ha terminado la continuidad del progreso social y el mayor desequilibrio entre pobres y ricos zarandea la embarcación.
¿Y qué decir de Trump y los temporales que desencadena o las extrañas luces que enciende con encuentros tan abstrusos como el mantenido con King Jong-un? ¿Normal o anormal? Trump es el gran centro mundial del sobresalto y de su garantizada anormalidad.
¿Garantizada la anormalidad? ¿Será pues la anormalidad la norma? La normativa de la arbitrariedad. ¿Cómo atenerse pues a una conocida o previsible realidad?
Hace unos 10 años en Estados Unidos fue best-seller un libro titulado El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable. Su autor fue Nassim Nicholas Taleb y Paidós su editorial en España. Eran tiempos coetáneos de la película Cisne negro donde trágicamente lucía la turbadora belleza de Natalie Portman. Trágica era también la tesis del libro escrito al humo del chamuscado capital internacional de entonces.
En síntesis, Taleb sostenía que inclinados a seguir las trazas de lo que ya sabemos normalmente descuidamos las graves consecuencias de no investigar sobre lo que no es normal. La anormalidad mataría con su potencia libérrima. Y lo anormal dominaría el mundo como efecto de no preparar defensas contra su acción. Igual que sucede ahora. El fin de lo normal nos lanza en los brazos del cataclismo multiplicado por mil: la arrolladora fuerza del mal mortal.
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