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Crítica | El fútbol o yo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Chutes de hierba y balón

Eficaz cuando acude al poder de identificación, al costumbrismo y a la muestra de situaciones cercanas a lo cotidiano

Adrián Suar, en 'El fútbol o yo'. En vídeo, el traíler de la película.
Javier Ocaña

EL FÚTBOL O YO

Dirección: Marcos Carnevale.

Intérpretes: Adrián Suar, Julieta Díaz, Rafael Spregelburd, Alfredo Casero.

Género: comedia. Argentina, 2017.

Duración: 105 minutos.

“Un hincha al que conozco bastante, y que la temporada pasada fue a ver un partido entre los reservas del Wimbledon y del Lutton, en una tarde helada del mes de enero y por su cuenta, no con espíritu de colocarse en posición de superioridad (…) sino porque el partido le interesaba de veras, hace poco desmintió con insistencia que fuese un excéntrico”, escribió Nick Hornby en Fiebre en las gradas, la biblia del futbolero con inclinaciones culturales, la mejor reflexión sobre lo que significa vivir, oler y pensar el fútbol hasta más allá de la lógica. Hasta, quizá, la adicción.

Un lugar, el de los yonquis del balón, en el que se han situado, con semejante ímpetu irrefrenable, pero con pretensiones más cómicas y populares y menos trascendentes e introspectivas, los argentinos Marcos Carnevale, director y coguionista, y Adrián Suar, protagonista y también escritor, desligándose de la relación con cualquier equipo en concreto, como sí hacía Hornby con su Arsenal, para jugar todos los partidos a la vez en El fútbol o yo. Una película en la que, como ocurre en su trama, si se sustituye la frase “ver el fútbol” por “meterse unas rayas”, se puede alcanzar el mismo lugar en el socavón de las conductas peligrosas para cuerpo y mente.

Comedia romántica de libro, como también lo era, aunque de un modo más sutil, Fiebre en las gradas, la película de Carnevale es eficaz cuando acude al poder de identificación, al costumbrismo y a la muestra de situaciones cercanas a lo cotidiano, y algo más deficiente cuando se gira la manivela de la locura hasta llegar al estrambote. Y es en su corte de secundarios, con ciertos hallazgos de verdadera gracia, cuando el relato, con un meritorio armazón estructural, encuentra sus mejores instantes, con guiños a otras míticas películas sobre adicciones y grupos de apoyo, como Trainspotting (el monólogo de “elige una vida…), y El club de la lucha (con ese padrino cuidador tan semejante al personaje de Meat Loaf).

El problema es que, con una desangelada fotografía que le da a la imagen un aspecto tan descolorido como mustio, El fútbol o yo acaba desentendiéndose de su base, que ver fútbol como si no hubiera un mañana, descuidando los demás aspectos de la vida, puede crear un serio desequilibrio, y termina solucionando el conflicto por la calle de en medio: con un deus ex machina sin consistencia, esfuerzo ni coherencia interna.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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