Autoficción y paranoia
Hay aplicada elegancia donde debería manifestarse, de manera progresiva y sutil, una perturbación en esta propuesta que no osa ser película de terror
BASADA EN HECHOS REALES
Dirección: Roman Polanski.
Intérpretes: Emmanuelle Seigner, Eva Green, Vincent Pérez, Dominique Pinon.
Género: thriller. Francia, 2017.
Duración: 100 minutos.
Con una sola frase mecanografiada sobre un folio en blanco, Stanley Kubrick sintetizó en El resplandor (1980) uno de lo más obsesivos temas en la obra de Stephen King: el del bloqueo del escritor. En Basada en hechos reales, adaptación de la novela homónima de Delphine de Vigan, Roman Polanski y su coguionista Olivier Assayas proponen una gélida variante a esa imagen: el imponente, casi devorador, blanco absoluto de un documento de Word abierto en la pantalla de un ordenador portátil. De Vigan rinde explícito tributo a King al dividir su relato en tres partes diferenciadas, dos de las cuales se abren con sendas citas de Misery –la gran pesadilla del escritor enfrentado a una idea monstruosa del lector- y la otra con una cita de La mitad oscura –o el tema del doble (escritor) según la mirada paranoica kingniana-. Como bien señaló Nelly Kaprièlian en su crítica del libro publicada en Les Inrockcuptibles, lo que proponía la escritora no era tanto un ejercicio de literatura de género como una temeraria hibridación: el matrimonio contra natura entre la tradición francesa de la autoficción con el imaginario del autor de La historia de Liley, Ventana secreta, secreto jardín y tantos otros relatos sobre el infierno de crear. Aunque quizá el matiz sea irrelevante: ¿no es, de hecho, también una forma de autoficción lo que hace King?
Llevar al cine esta novela de una autora de dolorosas autoficciones que decide jugar, por una vez, a la metaficción paranoica podía parecer una elección natural para un cineasta como Polanski, artista no sólo versado en explorar los fantasmas de la subjetividad, sino sujeto de una larga persecución judicial y de un reforzado cuestionamiento social y mediático. En la película, una escritora de éxito es progresivamente vampirizada por una admiradora, mientras recibe amenazadores anónimos que la reprenden, a su vez, por vampirizar en su escritura la vida de sus seres queridos. El potencial para trazar aquí la línea que uniera Repulsión (1965) y El quimérico inquilino (1976) con el cuestionado Polanski de carne y hueso era tan inmenso como decepcionante resulta el resultado final. Hay aplicada elegancia donde debería manifestarse, de manera progresiva y sutil, una perturbación en esta propuesta que no osa ser autoficción, ni tampoco película de terror, desembocando en un desenlace ambiguo que, a estas alturas, ya parece tan cliché como el susto final en una película de terror de los 70.
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