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FERIA DE SAN ISIDRO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Talavante y López Simón, por la puerta grande

El primero triunfó con una perita en dulce y el segundo protagonizó una tarde épica

Antonio Lorca
López Simón (izquierda) y Talavante, a hombros antes de traspasar la puerta grande.
López Simón (izquierda) y Talavante, a hombros antes de traspasar la puerta grande.ALBERTO SIMÓN
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Del Cuvillo / Bautista, Talavante, Simón

Toros de Núñez del Cuvillo —el tercero, devuelto—, muy justos de presentación, desiguales en los caballos; el segundo, nobilísimo y dulzón; quinto y sexto, bondadosos. Sobrero del Conde de Mayalde, bien presentado, manso y noble.
Juan Bautista: casi entera (silencio); pinchazo y estocada caída (ovación).
Alejandro Talavante: estocada (dos orejas); media, pinchazo y estocada (ovación).
López Simón: gran estocada (oreja); estocada (oreja).
Plaza de Las Ventas. Décimo octavo festejo de la Feria de San Isidro. 25 de mayo. Lleno. (22.636 espectadores, según la empresa).

Se acabaron las penas. La feria de San Isidro ya tiene la foto del triunfo: dos toreros por la puerta grande. ¡Viva la tauromaquia!

Y se confirma el peor pronóstico: la plaza de Madrid ha perdido el norte; inutilizada la exigencia, desaparecido el toro bravo y encastado y menospreciado el torero heroico, se imponen el público farandulero, el torete artista y el diestro de inspirada concepción.

Pero ahí queda para la historia la gesta de un Talavante embrujado y un López Simón vapuleado, en una tarde tormentosa y lluviosa, que no hizo más que aumentar la generosidad extrema de unos tendidos bondadosos.

Pero las cosas como son: Alejandro Talavante —que estuvo ausente con el capote toda la tarde— es dueño de unas muñecas prodigiosas, posee un altísimo sentido del temple, una muy notable inspiración artística y derrocha embrujo, creatividad, personalidad.

Su comienzo por bajo, al segundo de la tarde, la rodilla flexionada, arrastrando la muleta en cada encuentro, largo y templadísimo cada uno de ellos, y el toro embebido en el engaño, fue todo un monumento a la torería.

A continuación, un par de redondos y, por sorpresa, un cambio de manos sin solución de continuidad del que apareció un natural milagroso, a paso de palio, eterno, circular, sobrenatural… Y hubo dos tandas más con la zurda, una de ellas a pies juntos, de alta tensión. Mató de una estocada y el paseó las dos orejas.

El problema es que hubo un pequeño detalle que no debe pasar inadvertido: el toro era un animal justito de trapío, manso en el caballo y que desplegó en la muleta una bondad infinita, como un corderito, de docilidad perruna. No hubo sensación de riesgo en momento alguno y aún no se sabe por qué este público tan dadivoso no pidió el indulto.

En dos palabras, para que haya toreo debe haber un toro. Y la conjunción de un animal que imprima respeto y torero poderoso y artista es el germen de la emoción profunda que este viernes no ha existido. El quinto, otra pera almibarada, pero el toreo del extremeño fue de baja tensión.

López Simón llegó a su segundo compromiso en esta feria en horas bajas, y ha tenido las agallas de cambiar el curso de su carrera. A cambio se llevó dos volteretas impresionantes, pero ha recuperado la confianza.

Inseguro, precipitado y con las ideas poco claras se le vio al inicio de faena al noble sobrero del Conde de Mayalde. Un pase cambiado a mitad de su labor fue la antesala de la mejor tanda de redondos de toda su actuación; y, a continuación, con la muleta en la izquierda, una voltereta inesperada y una tremenda paliza de la que salió conmocionado. Con el público a favor, pasional y un poco alocado el torero, aún trazó estimables redondos antes de volcarse materialmente en el morrillo del toro y conseguir una gran estocada de la que salió otra vez por los aires.

Otro torete bueno fue el sexto y López Simón vio entreabierta la puerta grande. Animoso y templado fue el inicio por bajo y aprovechó las excelentes condiciones del animal para protagonizar una irregular y deslavazada labor, quizá, con más cantidad que calidad, pero emotiva y entregada. Mató bien y paseó el pasaporte del éxito. Si al torero le sirve para encaminar el futuro, bienvenido sea, pero tampoco fue lo suyo de puerta grande.

Y Bautista interesa poco, esa es la verdad. Le sobra el oficio, pero su toreo es mudo. Cayeron las primeras gotas durante el último tercio del primer toro y la gente no le hizo ni caso. Una tromba de agua le acompañó en el cuarto, intentó captar la atención de los espectadores, pero el agua era abundante y la torería insípida.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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