Arabia Saudí abre sucursal en Cannes para vender una imagen de modernidad
El país busca atraer inversores que rueden o que construyan complejos de multisalas
Si hay una estrella en el festival de Cannes en este inicio del certamen, es Arabia Saudí. Por ruido mediático, por dinero, por presencia en el Mercado que se desarrolla de forma paralela al evento cinematográfico. Hoy, nadie parece recordar que el primer cine abrió en ese país hace menos de un mes (con la proyección de Black Panther)... tras 35 años sin pantallas. O que las mujeres llevan décadas sin poder conducir, una prohibición que se levantará el próximo 24 de junio. Menudencias que no llaman la atención de los inversores, que han convertido a Arabia Saudí en lo que fue China hace unos años en Cannes: el nuevo eldorado, un terreno virgen en el que poder ganar mucho dinero.
Las autoridades saudíes han creado un Consejo Nacional de Cultura, y de él depende un Consejo de Cine que reparte fondos. La primera película que recibirá ese dinero será The Perfect Candidate, de la realizadora Haifaa Al-Mansour, que llegó a los Oscar con La bicicleta verde (Wadja). El filme describe la campaña electoral de una joven médico para ser alcaldesa mientras su padre se va de gira con la Orquesta Nacional Saudí (también se ha levantado la prohibición de actuaciones musicales), y su rodaje arranca el próximo septiembre. La elección de Al-Mansour parece meticulosamente medida: por ser mujer y por ser además la figura cinematográfica saudí más conocida internacionalmente.
Y lo mismo puede decirse del estand del país árabe en la zona de la villa internacional en Cannes. Dátiles, pasteles y té para las visitas. Recreación en madera de la arquitectura de la zona para las paredes, con falsas celosías para separar ambientes. Pantallas en las que ver las instalaciones ya preparadas para acoger rodajes internacionales y visitas digitales con gafas Oculus de realidad virtual a localizaciones exóticas saudíes donde filmar. Proyecciones de todo tipo de trabajos de animación. Ni rastro de pañuelos en el pelo, incluso alguna periodista local lleva vestido corto. Para la prensa hay disponible una decena de cineastas que atienden entrevistas. En sus currículos salta a la vista un par de detalles: de los 10, solo uno se ha educado visualmente en su país, el resto lo ha hecho en Alemania, Reino Unido o, sobre todo, Estados Unidos. Ninguno ha dirigido un largo de ficción, aunque sí televisión, documentales de diversos tamaños y cortometrajes. Los 10 presentan nueve cortos (dos de los realizadores son hermanos y codirigen juntos) que se pueden ver allí y se puede acceder a ellos también en la esquina del Mercado dedicada especialmente al cortometraje. Y de ellas hay dos mujeres. EL PAÍS pidió hablar con una, Maram Taibah.
Es difícil sacarle declaraciones fuera de tono a Taibah. Con un máster en Audiovisual en la Universidad de Boston, y dos novelas y tres cortos (con el segundo ya estuvo en el mercado de Cannes), Taibah no parece querer complicarse la vida. Hasta hace poco trabajaba en una televisión de Dubai, en un programa matinal. Ahora se ha mudado a su país natal. "Soy optimista con los cambios. Mis filmes siempre los han protagonizado saudíes, aunque se desarrollaran en otros países, así que si, vuelvo a casa". Ella no habla de la censura que aún existe en los países de la zona (los saudíes viajan a ver cine a Dubai, donde tampoco se puede acceder a todas las películas, aunque sí hay gran apertura), y subraya: "Yo voy a hacer cine para todo el mundo, no solo para mujeres, porque espero que todos ellos entren en las salas".
Ahí está otros de los grandes negocios por el que hoy hay carreras mundiales. Arabia Saudí supone un mercado con 33 millones de potenciales espectadores, muchísimos saben inglés, y ahora mismo solo hay un cine. En las próximas semanas abrirán ocho multisalas, ya para 2030 se espera que haya ya más de 2.000 pantallas. También está el negocio de la distribución, que todavía no se ha aclarado como se realizará. Probablemente como en China, con un control del Gobierno y acuerdos con empresas internacionales. Todo lo anterior supone un lavado de imagen para la monarquía absolutista saudí, que así amplía mercado económico. De democracia, mejor hablar otro día.
Babelia
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