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George Saunders: “Un escritor tiene que hacer lo que sea para conseguir poder emocional”

El gran especialista del relato corto publica su primera novela, 'Lincoln en el Bardo', una historia sobre el duelo contada por los espíritus

Pablo Ximénez de Sandoval
George Saunders
El escritor George Saunders, en una librería de Florida en febrero de 2017.Johnny Louis

En febrero de 1862, Estados Unidos llevaba casi un año sumido en una guerra civil. Abraham Lincoln es un presidente denostado, con un país desmoronándose a su alrededor. Tiene 53 años. Hay un peligro real de que pase a la historia como el irresponsable que destruyó la república. En este contexto, su hijo pequeño, Willie, de 11 años, muere tras agonizar durante días en su cuarto de la Casa Blanca por fiebre tifoidea. La tarde del entierro, Lincoln es un hombre destruido. Ahí, en ese momento, es donde George Saunders quiere que le veamos, acompañado de todos los espíritus del cementerio de Oak Hill mientras abraza el cuerpo de su hijo.

“No tengo ninguna prueba, pero yo creo que ese momento amplió su compasión”, dice Saunders en una entrevista en Santa Cruz, California, cerca de su casa. “Hay veces que la vida te golpea tan duro desde todas partes que te rindes, que dices, vale, basta. Yo creo que él llegó a ese punto y se quedó ahí mucho tiempo, porque también era depresivo. Pero cuando eso pasa, yo creo que también da lugar a algo de sabiduría. Cuando ya no puedes aparentar nada, como que eres un buen padre o un buen marido, nada tapa la verdad”.

Saunders (Texas, 59 años) publica este mes en España Lincoln en el Bardo (Seix Barral, en castellano; Edicions de 1984, en catalán). Es su primera novela después de una larga carrera de relatos cortos que le ha dado fama, sobre todo en las páginas de The New Yorker. Había tenido la historia en la cabeza durante 24 años, cuenta en la conversación con EL PAÍS. Lo intentó escribir como una obra de teatro y no funcionó. Al final, el relato creció más de lo habitual y se convirtió en un libro-diálogo que le valió el Man Booker Prize el año pasado.

En el libro, Saunders renuncia por completo al papel de narrador. “No lo quiero”, explica. “Encaja con mi visión del mundo. Puedes contar la historia desde la autoridad, pero para mí, la mejor versión es la que tiene en cuenta todas las voces. Me he ido hacia un estilo narrativo que tiene eso en cuenta. No quiero ser el que pontifica. Quiero ser todas las voces, y la verdad es todo lo que se pone en la olla. Es lo que me gusta y también mi filosofía, no sé cuál es la verdad. Vamos a preguntarles a todos y cada uno de los que están aquí qué es lo que sienten y esa será la verdad de esta habitación. Pero también hay que preguntarles a todos los que han pasado alguna vez por esta habitación, incluyendo a los muertos. Eso sería lo que más se acercaría”.

Deberíamos comportarnos como hermanos. La suerte es solo temporal

Trasladado al libro, son las voces de los espíritus del cementerio las que cuentan lo que pasa en esa noche. 166 voces en total, según el recuento que hicieron para editar el audiolibro. El resultado ha sido calificado de “experimental”. “Yo pienso que tienes que hacer lo que sea para conseguir el poder emocional”, responde. “Lo básico es mantenerlo lo más simple y realista que puedas. Intento no hacerlo [el estilo] por dar espectáculo, sino para conseguir la dirección emocional de la historia. Así es honesto. De otra forma, es espectáculo”.

Los espíritus que vagan por el cementerio son muertos que no han terminado de aceptar dónde están. Siguen actuando como si estuvieran vivos (llaman a su ataúd “caja de enfermo”). “La gente que murió tranquilamente feliz y satisfecha está en otro sitio, no están en el libro. Para alguien a quien le gusta escribir sobre tristeza y oscuridad, era muy conveniente”.

Cuando ya no puedes aparentar nada, nada tapa la verdad

Saunders cita Visions of Gerard, de Jack Kerouac, como una fuente de inspiración. “Su hermano mayor murió cuando eran pequeños y es un hermoso libro sobre la pena”. Pero no quería hacer un libro sobre la muerte de un niño. “Lo que me venía a la cabeza era algo más como Mientras agonizo, de Faulkner. Porque es una serie de narrativas diferentes”. El resto de sus referencias son Shakespeare, “los documentales del cineasta Ken Burns”, El viaje de Chihiro, de Miyazaki (“por cómo las cosas cambian su forma física”), Monty Python y lo que él llama “mis cuatro”: Faulkner, Hemingway, Whitman y Joyce. La novela "me ha dado permiso para volver a algunas de mis influencias y hacer algo de imitación", afirma.

Lincoln ni siquiera es un personaje principal en el libro. Es el ancla que nos lleva a esa noche concreta y a ese cementerio para hacer ciertas reflexiones. “Es uno de esos casos en los que el libro me enseñó cuáles eran mis creencias”, dice Saunders (educado como católico, ahora es budista: “No lo veo muy distinto”). “La conclusión es que estamos jodidos. En el libro se dice más educadamente. Estar aquí sentados, en este lugar tan bonito, es pura suerte. Deberíamos comportarnos como hermanos, porque la suerte es solo temporal. El libro también describe la idea de que cuando amas a alguien, tienes ese tipo de culpa, tanto si mueren como si no. Nuestras hijas [tiene dos] han crecido y son maravillosas, pero aun así sientes que quizá las podías haber querido mejor. En cierto sentido, Lincoln es una versión exagerada de ese sentimiento que tiene todo el mundo: la persona a la que amas se va a ir. En su caso, ocurrió de una manera muy dura”.

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Autor: George Saunders.


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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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