Horrores globales
La ecuatoriana María Fernanda Ampuero desata en sus cuentos la brutalidad que oculta la supuesta armonía del mundo
María Fernanda Ampuero es una escritora guayaquileña nacida en 1976. Pelea de gallos es su primera colección de relatos; en ellos se traza una panorámica de algunas de las aceradas puntas del iceberg de la ideología invisible en el continente americano: violencia, clasismo, machismo, abuso de menores, hipocresía social, precariedad, insensibilidad ante el maltrato —físico, psíquico, humano, animal—, sexualidades reprimidas, tensión entre amo y esclavo, imposibilidad de limpieza o inocencia, supercherías e ignorancias, el peso de un sentimiento religioso que termina siendo más castrante que esperanzador…
Escribo “el continente americano”, pero, más allá de que la lengua de Ampuero exhiba rasgos idiosincrásicos que la desuniversalizan — en el mejor sentido que pueda tener este término fantasioso—, no conviene olvidar que muchos de nuestros horrores son globales. Pese a que la desigualdad levante muros, visibles e invisibles, y esa mezcla de universalidad y segregación constituya una de nuestras señas de identidad contemporáneas. Igual que las cortezas, lisérgicas y amables, con motivos Disney de las tartas que prepara la señora Griselda en el cuento que lleva su nombre. Las cortezas que ocultan cosas muy, muy podridas bajo un positivo dulzor de ilusión. El modo de operar como escritora de María Fernanda Ampuero es exactamente el contrario. El positivado literario de un mundo atroz se realiza mediante imágenes sórdidas. Fondo y forma son guante y mano. La estética oscura, visceral, cercana al tremendismo, es la única posible para levantar en el texto este territorio de peleas de gallos, escatología y crueldades, que singulariza el imaginario compartido por escritoras de cuentos en español hoy. Lo que diferencia a Ampuero y representa a la vez un posible defecto y una de sus máximas virtudes es que ella renuncia a la elegancia o la contención, y encadena, en un proceso acumulativo insoportable para el lector hipersensible, escenas de la mayor brutalidad: perritos atropellados que tardan horas en morir, mujeres vejadas de todas las formas posibles, hermanas que torturan a sus hermanos derramando alcanfor sobre sus pústulas, niñas que se revuelcan en excrementos para que no abusen de ellas, madres gordas que se rajan el rostro… Las imágenes de Ampuero crean un estado de malestar que, por acumulación, podría dejar de oírse; sin embargo, el cúmulo de devastaciones, narradas con espeluznante eficacia, llegan a provocar una respuesta ética en ese lector que no se tapa los ojos ante las violencias de capitalismo y patriarcado en sociedades cada día más vulnerables a la pobreza y el miedo.
En Pelea de gallos, pese a esa tónica dominante de lo abyecto, encontramos una pluralidad de voces que se cuelan en los relatos vivificándolos como textos y convirtiéndolos en herramientas vindicativas: hablan las empleadas domésticas; piensan las niñas que quieren ser niñas y no andar cuidando de sus hermanitos moribundos; se colocan en primer plano mujeres que asisten a su deterioro físico mientras hombres uniformados de blanco mantienen impolutas las piscinas de los hoteles de lujo en que se alojan esas flores marchitas. El contraplano y una gracia especial para las polifonías vertebran Pelea de gallos. A las criadas se les revisa la ropa para comprobar que no han robado nada y se les regalan alimentos pochos. No solo los millonarios estadounidenses saben que la lucha de clases existe y la van ganando ellos. María Fernanda Ampuero también lo sabe. Y lo escribe muy bien.
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Autor: María Fernanda Ampuero.
Editorial: Páginas De Espuma (2018).
Formato: tapa blanda (120 páginas)
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