Jonas Kaufmann arrasa
Memorable debút escénico en el Liceo del mediático tenor en una velada también gloriosa para Sondra Radvanovsky y Carlos Álvarez
Aplausos atronadores, vítores de admiración, respuesta pasional del público. En su esperado debut escénico en España, en un espectacular montaje de Andrea Chénier, de Umberto Giordano, el tenor alemán Jonas Kaufmann conquistó anoche el Liceo en una gloriosa jornada de exaltación lírica. El divo más deseado del momento levantó pasiones, ciertamente, pero no fue el único triunfador: en la emocionante velada, que se cerró con más de diez minutos de aplausos, también fueron aclamados la soprano estadounidense Sondra Radvanovksy y el barítono español Carlos Álvarez.
Se esperaba a Kaufmann como agua de mayo en un teatro que necesita golpes de gran efecto mediático para mantener su prestigio. Lo es, sin duda, contratar al cantante más cotizado del mundo en su primera actuación en un montaje escénico en España; y si no cancela -algo que sucede con temible frecuencia- el éxito, nunca mejor dicho, está cantado.
ANDREA CHÉNIER
Andrea Chénier, de Giordano. Jonas Kaufmann, Sondra Radvanovsky, Carlos Álvarez, Anna Tomowa-Sintow, Francisco Vas, Fernando Radó, Yulia Mennibaeva, Manel Esteve. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. Director de escena: David McVicar. Director musical: Pinchas Steinberg. Liceo. Barcelona, 9 de marzo.
Kaufmann llegó, cantó y venció como un gladiador de la lírica, y lo hizo en medio de una expectación sin precedentes, con la sala repleta y el ambiente de los grandes eventos. Lo era a nivel artístico y social; también en cuestión de precios, pues no todos los días se ponen las localidades más caras a 385 euros y, encima, se agotan.
El cotizado tenor, que sólo actuará en otras dos funciones (12 y 15 de marzo), puso de entrada el listón alto cantando con desbordante expresividad el Improvviso del primero de los cuatro actos de este drama de tintes veristas con libreto de Luigi Illica que cuenta la historia de un personaje real, Andrea Chénier, notable poeta que, tras abrazar el ideario de la Revolución Francesa, acabó muriendo en la guillotina.
En buena forma vocal, Kaufmann controló sus medios en una interpretación medida al detalle -sabe administrar sus fuerzas en un papel que tiene mucha tela que cortar en el cuarto y último acto-, bien guiada por un instinto vocal y teatral de primera. Y el público, que lo esperaba todo de Kaufmann, se rindió ante la paleta vocal, el fraseo apasionado y los sólidos agudos del carismático divo. La belleza y emoción alcanzó cotas excelsas en un Come un bel di di maggio sencillamente arrebatador.
También cosecharon un éxito mayúsculo las otras dos grandes voces del lujoso reparto, que contó con la eficaz concertación en el foso del director israelí Pinchas Steinberg, que ya había dirigido esta ópera en el Liceo: Sondra Ravdavnosky, que debutaba el papel de Maddalena de Coigny, la aristócrata arruinada que morirá en la guillotina junto a su amado Chénier, y Carlos Álvarez, sensacional por voz y carácter en el papel de Gérard, que pasa de criado a notorio revolucionario sin dejar de amar a Maddalena.
Radvanovsky cautivó con un canto intenso, bellos pianissimi y una fuerza dramática que culminó con una emocionante interpretación de La mamma morta. En los dúos con Kaufmann, con quien compartía escena por primera vez, la química entre las voces propició suaves acentos de gran belleza lírica.
Completando el trío de ases, Álvarez derrochó nobleza en el fraseo y un certero sentido dramático que elevó la temperatura en un impresionante Nemico della patria. A pesar de los interminables aplausos, los tres protagonistas no concedieron bises.
Para asegurar el éxito de la función, los responsables el coliseo barcelonés han tirado la casa por la ventana alquilando la lujosa producción, con realista puesta en escena del director escocés David McVicar, que el Covent Garden de Londres estrenó hace tres años con Kaufmann al frente del reparto. En la extensa galería de personajes, tan típica en el verismo, el retorno de la soprano Anna Tomowa-Sintow en el papel de la vieja Madelon fue un lujo cargado de nostalgia.
El montaje de McVicar -con Marie Lambert como directora de la reposición- es todo un espectáculo en su pertinente realismo escénico, con algunos detalles de buena ley en la dirección de actores; la espléndida escenografía de Robert Jones y el vestuario de época diseñado por Jenny Tiramani sumergen al espectador, con cinematográfico sentido del detalle, en la agitación de las calles de París en los convulsos días del terror de la Revolución Francesa.
El excelente trabajo de Francisco Vas como sinuoso espía (L´Incredibile) y el relieve que Manel Esteve otorga al sans culottes Mathieu, destacaron en un plantel de comprimarios no siempre audible.
Babelia
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