_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Media cuartilla

Wagensberg conocía de primera mano el valor de dos cualidades que no solemos asociar a la ciencia, pero que forman parte de su esencia: la belleza y la brevedad.

Javier Sampedro

Una vez su madre le regaló dos corbatas, una amarilla y una roja. Las dos yacían expuestas en una mesa, justo entre Wagensberg y su madre, mientras el hijo se acercaba a ellas balbuciendo alguna salida honrosa como “ay, mamá, pero no tenías que haberte molestado…”, u otro epítome lírico de los que uno dice cuando le regalan dos corbatas. Entonces Wagensberg cogió la corbata roja de la mesa, y su madre le increpó de inmediato: “¿Qué pasa, que no te gusta la amarilla, ¿no?”. Jorge contaba estas anécdotas de su madre con una mezcla de ternura y exasperación, también con profundidad y concisión, como si fuera uno de sus famosos aforismos, el género al que se entregó completamente en sus últimos años.

Pensador de fondo, escritor y museógrafo de talento, pero sobre todo físico hasta la médula, conocía de primera mano el valor de dos cualidades que no solemos asociar a la ciencia, pero que forman parte de su misma esencia: la belleza y la brevedad. Hay otra anécdota que lo muestra bien. Una vez fue a verle al museo un espontáneo y dejó caer sobre su mesa un grueso manuscrito de 500 folios con gran estruendo, mientras le decía: “Einstein se equivocaba; aquí tiene usted la ‘verdadera’ teoría de la relatividad”.

Más información
Los aforismos de Jorge Wagensberg
Muere Jorge Wagensberg, científico y gran divulgador de la ciencia en España

—Su teoría es falsa –le respondió Wagensberg de inmediato.

—Pero ¿cómo puede usted concluir eso sin haberlo ni abierto?

—Porque la teoría de Einstein, señor mío, se puede escribir en media cuartilla.

Sus aforismos, en efecto, eran o querían ser ecuaciones, expresiones breves y elegantes capaces de contener un universo de datos y reflexiones, auténticos destilados del mundo físico, definitivos en el único sentido en que lo puede ser una verdad científica, siempre provisional y autodestructiva, pues contiene en su estructura el germen de su propia refutación. Siempre, claro está, que alguien sea capaz de demostrar un hecho que la contradice con claridad y de manera fructífera. Y no en 500 folios, a ser posible.

Escandalizaré a los filósofos si digo que Wagensberg era uno de mis pensadores favoritos, pero escandalizar a los filósofos es una de las travesuras favoritas de cualquier científico, ¿no es cierto? Hasta siempre, mi querido amigo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_