El Miró más indisciplinado y crítico estalla en el IVAM
La muestra exhibe en Valencia 200 piezas, desde pinturas a colaboraciones teatrales, mediante las que el pintor cuestionó el arte
Cuando se cumplen 125 años del nacimiento del pintor, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) reivindica al Miró más heterodoxo y comprometido. “En 1973, a los 80 años, Miró sintió una necesidad de indisciplina absoluta y realizó la tela rasgada, lo que los expertos llaman ‘el Fontana de Miró” explicó ayer Joan M. Minguet, comisario de la exposición Joan Miró, orden y desorden ante la emblemática pieza expuesta. “No queríamos hacer un mausoleo para un genio, sino reflejar el espíritu crítico y el cuestionamiento del arte que caracterizó a Miró a lo largo de su vida”, declaró el director del IVAM, José Miguel G. Cortés, en la primera exposición que el centro dedica a la obra del pintor catalán. “Se trata de mostrar la capacidad que el creador ejerció sobre el espectador para perturbar, revelar, o transformar su mirada”.
Artista metódico y, al mismo tiempo, con una gran energía para la experimentación, la exposición comienza con el Miró más ordenado, el artista figurativo de tradición mediterránea de sus primeras obras que, como recordó el comisario Joan M. Minguet, “fue un completo fracaso de crítica y de público, no vendió ni una sola obra en su primera exposición”, y llega hasta sus obras más rupturistas.
Ahí están sus famosas telas quemadas que presentó en el Grand Palais de París en 1974 con las que el creador “lleva la radicalidad al extremo”. “A los 80 años quiso demostrar que estaba más vivo que nunca, y lo planteó utilizando el fuego para desmantelar la representación, para situar el lienzo en otro orden”, dice Minguet. “La exposición plantea el choque entre el orden y el desorden y esos ingentes deseos de experimentación que vivió Miró a lo largo de su itinerario plástico. Un proceso que llevó a crear un alfabeto visual propio, aparentemente sencillo, pero de gran profundidad”, añade el comisario.
Las obras tienen vida
“La obra de Joan Miró está viva. Y él sigue vivo a través de ella” aseveró el responsable del IVAM haciendo hincapié en la extrema contemporaneidad de su figura. La exposición reúne cerca de 200 obras entre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles o piezas singulares como las que realizó para el teatro y la danza. Trabajó en los decorados para Mori el Merma, un espectáculo de 1978 del Teatre de La Clacla, inspirado en Ubú rey, de Alfred Jarry, que se estrenó en la Transición en el Liceo de Barcelona. También se exhiben algunos de sus trabajos para los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, el empresario ruso que reunió el ballet y las vanguardias en el siglo XX. La exposición presta atención también a sus cerámicas y al cartelismo. “En la obra de Miró el cartel supone la captación instantánea de su mundo iconográfico y la posibilidad de llevar la provocación que sus signos generaban en las galerías o en los museos al centro de la vida pública” explicó Minguet. “Miró fue capaz de crear un mundo ordenado para luego subvertirlo. Fue un artista que quiso asesinar la pintura en 1927, pero que, sin embargo, no dejó de pintar, de crear durante cerca de medio siglo”, sentenció Cortés.
La exposición permanecerá abierta hasta el 15 de junio y reúne obras procedentes de una quincena de instituciones nacionales e internacionales como los museos Reina Sofía, Thyssen- Bornemisza y la Fundació Joan Miró.
Un provocador con brochazos de grafiti
En 1969 Joan Miró es una figura aceptada por la Administración franquista. Una exposición en 1968 en el Hospital de la Santa Creu de Barcelona supuso su reconocimiento oficial promovido por el Ministerio de Información y Turismo, entonces liderado por Manuel Fraga.
Como "contestación" a la muestra institucional el Colegio de Arquitectos de Cataluña organizó una exposición con la ayuda del estudio de arquitectura PER que acabó produciendo uno de los actos más transgresores de la cultura en el tardofranquismo. El pintor ejecutó una acción plástica sobre los cristales exteriores del colegio en los que realizó varias inscripciones de contenido político. La performance mironiana de creación-destrucción quedó recogida íntegramente en el documental Miró, el otro (1969) de Pere Portabella, quien después le puso música de Carles Santos.
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