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Las cartas y los lienzos que cuentan el ascenso de Goya

La primera muestra del artista en Bilbao reúne en el Museo de Bellas Artes un centenar de piezas que retratan el ambiente del Madrid al que llega para convertirse en pintor del rey

Rut de las Heras Bretín
'Muchachos trepando a un árbol' (1791-1792), de Francisco de Goya.
'Muchachos trepando a un árbol' (1791-1792), de Francisco de Goya.MUSEO DEL PRADO

Tenía Goya un asunto pendiente con Bilbao, o quizá era Bilbao la que lo tenía con Goya. Fuera como fuese, la deuda queda saldada a partir de este miércoles: por fin el pintor llega a esta ciudad en la que no había estado y lo hace en forma de exposición: Goya y la corte ilustrada, un recorrido en paralelo por las dos vertientes del pintor: la humana y la de genio de la pintura, muy superior al resto de sus contemporáneos de los que también se exhiben obras en la muestra.

La parte humana corre a cargo de las 13 cartas de Goya (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, 1828) a Martín Zapater, su amigo de la infancia, que se exhiben en la muestra del Museo de Bellas Artes de Bilbao y que funcionan como eje vertebrador de esta. En la caligrafía del pintor se pueden leer sus pensamientos, intereses, logros y las noticias que le da al compañero que dejó en Zaragoza y que le une con sus raíces, sus círculos de amigos y familiares. “Dime si la niña de Manuel se acuerda de mí”, escribe el artista el 27 de junio de 1781, y firma: “Tu Paco Goya”. En otra del 7 de julio de 1786 dice: “Martín mío, ya soy pintor del Rey”. Estas misivas forman parte de las 147 que pertenecen al Museo del Prado (prestador de 72, de las 96 piezas de la muestra): la correspondencia del artista aragonés a Zapater, la de este a Goya no se conserva. La lectura de las letras de tinta de este “genio” de la historia del arte -término que usa la comisaria de la exposición Manuela B. Mena, jefa de conservación del Pintura del siglo XVIII y Goya del Prado. Ella misma sabe que es un cliché pero explica que Goya verdaderamente lo merece junto con poquísimos más: “Rafael, Miguel Ángel, Tiziano, Rubens, Rembrandt, Velázquez...”- convierten al visitante en un voyeur que espía la vida de Goya en la corte.

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De cómo era Madrid y el ambiente que se encontró en la ciudad el aragonés cuando llegó en 1775, hablan tanto sus obras como las de sus coetáneos. De las obras que se exponen, un tercio son de Goya, el resto de artistas contemporáneos como Mariano Salvador Maella, Francisco Bayeu, Luis Paret, Giandomenico Tiepolo... incluso, una mujer, algo nada habitual a finales del siglo XVIII: Francisca Ifiginea Meléndez, una miniaturista, pintora de cámara -“la misma categoría que Goya y con el mismo sueldo que él: 50.000 reales”, cuenta la comisaria-. La exposición, que hasta el 21 de enero se pudo disfrutar en CaixaForum de Zaragoza, tiene un apéndice como celebración de que por fin una monográfica de Goya pisa Bilbao: 11 retratos del pintor de Fuendetodos a personalidades de origen vasco o navarro tales como Francisco de Cabarrús, conde de Cabarrús o Juana Galarza de Goicoechea y Martín Miguel de Goicoechea...

'Retrato de Martín Zapater' (1797), de Francisco de Goya.
'Retrato de Martín Zapater' (1797), de Francisco de Goya.MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO

Entre Vista de Fuenterrabía, o la de Bermeo, de Paret (esta última recién adquirida), La pradera de San Isidro, de José del Castillo, o El paseo de las Delicias, de Bayeu, destacan inevitablemente las obras de Goya como La gallina ciega, El pelele (que hace sentir al espectador que una sala del museo bilbaíno se ha transformado en una del Prado) o los retratos de Carlos III, de Carlos IV y de su amigo Martín Zapater (que junto con el de Moratín son las dos únicas obras del aragonés que custodia el Bellas Artes de Bilbao). Es admirable su factura, su técnica económica, limpia y precisa -se puede seguir el trayecto de una pincelada con la mirada-. “Con menos consigue más que los demás”, asegura Mena. La intención que le da a los ojos de las refinadas damas cuando miran a los majos, o a los trabajadores de La vendimia mientras otros disfrutan de las uvas recogidas y la manera de retratar a los reyes realizados tras la Revolución Francesa son sutilezas solo dignas del de Fuendetodos.

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