Diez obras de Goya del Prado se exhiben por primera vez en Oriente Próximo
El Museo de Israel expone piezas como ‘El pelele’, ‘El quitasol’ y 'Vuelo de brujas'
Obras tan emblemáticas del Museo del Prado como El pelele, El quitasol o Vuelo de brujas, de Francisco de Goya, han viajado por primera vez desde España a Oriente Próximo. En una muestra de arte clásico sin precedentes en esta zona, la pinacoteca madrileña ha cedido al Museo de Israel 10 óleos del maestro aragonés que conformarán el sanctasanctórum de la exposición Goya, sueños y pesadillas, inaugurada este viernes, 9 de diciembre, en Jerusalén. “Hemos aportado algunas de nuestras joyas de la corona”, ha reconocido en el acto la vicepresidenta del patronato de Prado, Amelia Valcárcel.
La muestra se completa con más de un centenar de grabados goyescos, procedentes de los fondos del centro israelí de las series Los caprichos, Los desastres de la guerra, La tauromaquia y Los disparates. Para el Museo de Israel, que acaba de cumplir su 50º aniversario, supone la culminación de una muestra de un pintor clásico que abrió camino a la modernidad, gracias al préstamo de un significativo número de obras de una de los grandes pinacotecas internacionales, que celebrará su bicentenario en 2019.
El principal contenedor de arte de Jerusalén expuso en 2013 La Anunciación de Botticelli, propiedad de la galería de los Uffizi. El San Juan Evangelista de El Greco ya había viajado desde el Prado hasta la Ciudad Santa en 2011. Pero se trataba de obras singulares, sin otro acompañamiento del trabajo de sus autores. Con ocasión del 30º aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre España e Israel —oficializado casi cuatro décadas después de la fundación del Estado judío— la muestra da realce a la actual cooperación bilateral, ha asegurado el embajador de España en Tel Aviv, Fernando Carderera, en la inauguración.
Además de los célebres El quitasol (1777) y El pelele (1791), concebidos como cartones para tapices que iban a ser colgados en los salones de los palacios reales, el Prado ha cedido otros cuadros del artista español que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Hay óleos que tuvieron ese mismo destino decorativo, como Muchachos jugando a soldados (1779), La novillada (1780), o Pastor tocando la flauta (1787). Un autorretrato del artista de Fuendetodos (Zaragoza) datado en 1795, cuando Goya vivía ensimismado en su sordera, o Los pájaros muertos (1812), un bodegón que evoca la tragedia de la Guerra de la Independencia, son otras piezas claves de la muestra.
Para la comisaria israelí de la exposición, Shlomit Sternberg, responsable de Arte europeo en el Museo de Israel, sus obras favoritas son Vuelo de Brujas (1798) —que versa sobre la pugna entre la Ilustración y la superstición que marca su época– y, sobre todo, dos obras religiosas —Tobías y el ángel y su pareja La sagrada familia– en las que el pintor juega con maestría con la luz. “Miren las alas del arcángel Rafael y compárenlas con las del monstruo que vuela sobre un hombre aterrorizado en una escena de Los caprichos", argumentaba esta experta mientras llevaba a un grupo de periodistas de un extremo al otro de la sala. “Era un hombre religioso que tenía siempre su lado oscuro”, ha apostillado.
El sueño de la razón a veces también produce maravillas. Sternberg ha intentado ordenar la exhibición de las obras en un claroscuro de sueños y pesadillas, en la sucesión entre el día y la noche. De hecho, este es precisamente el nombre dado a la exposición en hebreo. Goya. Madrid de día y de noche. “El nombre del pintor se asemeja al término hebreo goy —gentil o no judío—. Para evitar malentendidos y, como la mayoría de los israelíes solo aciertan a citar a Picasso cuando se les pregunta por un pintor español, decidimos incluir Madrid en el título”, admite la comisaria. También sostiene que los detalles sobre la Inquisición reflejados en los grabados del autor español serán de interés para el público judío.
Gudrum Mauer, conservadora de la sección de arte del siglo XVIII y de Goya en el Prado voló en el mismo avión en el que los 10 óleos viajaron desde Madrid a Tel Aviv. “No me he separado de las obras, que han permanecido en las mismas condiciones ambientales y de seguridad en las que se encuentran en el museo”, ha precisado esta experta de origen alemán.
El director del Museo de Israel, James Snyder, que se retirará en 2017, después de 20 años en el cargo, declina cuantificar el coste de la exposición, incluyendo el seguro de las obras y el traslado. “Para nosotros, la colaboración española no tiene precio”, elude la pregunta. Su museo ha contado con un presupuesto de cinco millones de euros para organizar 24 muestras en 2016, pero en Israel, donde se sigue el modelo de financiación museística estadounidense, el mecenazgo y el patrocinio privados están mucho más avanzados que en Europa. A la espera de la próxima apertura de la franquicia del Louvre en Dubái, Jerusalén es ahora la capital de la pintura clásica en esta parte del mundo.
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