Zona Maco, el puente del arte contemporáneo americano
La feria mexicana cierra su 15 edición con récord de asistencia y fortalece su posición de gozne comercial y artístico del eje norte-sur
Entre São Paulo y Miami la ruta de mercado latinoamericano del arte tiene su puerta grande en Ciudad de México. Consolidada como gozne comercial y artístico del eje norte-sur, la gran feria mexicana Zona Maco cerró este domingo su 15 edición con nuevo récord de público, 63.000 asistentes, y la presencia de cada vez más galerías claves en la escena global del arte.
“Es la única feria latinoamericana que ha logrado mantener un fuerte repertorio regional y a la vez una voz internacional, ha mejorado mucho la escena de México y ha consolidado a la capital como un centro de producción y exhibición muy fuerte. Es un evento fundamental al que acuden los grandes protagonistas del mundo del arte”, explicaba el día de la inauguración uno de esos protagonistas, Patrick Charpenel, director del Museo del Barrio de Nueva York, el reservorio cultural de la migración latina en la Gran Manzana.
Los nombres colocados en los stands de los pasillos centrales de la feria ilustran esa vocación de liderazgo. Las mexicanas Kurimanzutto y Proyectos Monclova; las estadounidenses David Zwirner, Lelong, Gladstone y la sueca/alemana Nordenhacke. Prestigio y diversidad. De las 80 galerías presentes en la sección general, tan solo 18 son mexicanas. SP-arte, la feria de São Paulo, es más grande pero más solipsista: casi la mitad de los participantes son brasileños. En Miami Art Bassel, el transatlántico del arte americano, son 260 galerías de 30 países.
Una escultura de Mathias Goeritz se vendió por 325.000 dólares, un precio medio en los estándares de Maco
“Para nosotros –explica el director de Gladstone, Aaron Baldinger– es una cita crucial por tratarse de un punto de encuentro de coleccionistas latinoamericanos, estadounidenses y europeos. En Sao Paulo no hemos estado, y la diferencia con Miami es fundamentalmente de escala”. Asiduos al evento mexicano, la galería neoyorkina trae este año una instalación del francés Philippe Parreno. Una moqueta roja con la sombra pintada de una ventana, dos lámparas de suelo transparentes y el techo repleto de globos con forma de bocadillos de cómic. “Está compuesta de distintas obras del artista que funcionan de modo independiente”, añade el director. De hecho, a mitad de la feria, ya habían vendido una de las lámparas. Sobre el precio: “Lo siento, no damos ese tipo de información”.
Una escultura de hierro, estilizada, de unos dos metros, que de frente tiene el aspecto de una puerta angosta y de lado parece una torre, manda en el espacio de la galería española Caja Negra. El autor es el alemán Mathias Goeritz, clave en la revolución de la arquitectura moderna, que vivió y murió en México. “Esta obra conjuga varios de los estilo de Goeritz, minimal, conceptual, arquitectura emocional –explica el director de la galería Fernando Cordero– y estamos muy contentos porque la hemos vendido a un coleccionista latinoamericano muy importante y creemos que va a poder verse y enseñarse en museos”. El precio: 325.000 dólares, una rango medio para los estándares de Maco.
“Es una feria con presencia de coleccionistas fuertes. Para nosotros es importante porque es el nexo con el mercado de las Américas”, explica Emily Jane, directora de Marian Goodman, otra de las galerías del olimpo de Manhattan, que este año se estrena en México. En su repertorio destacan obras de John Anthony Baldessari, que actualmente expone en el Museo Jumex, al igual que Parreno, representado por Gladstone y presente hasta este domingo en una de las salas del museo de Eugenio López Alonso, uno de los cinco mexicanos que entraron el año pasado en la lista de los 200 coleccionistas más importantes del mundo según la revista ArtNews.
En Lisson, otra de las casas grandes, las protagonistas son unas vasijas pintadas de Ai Weiwei, y un espejo cóncavo de Anish Kapoor, otra de las exposiciones bandera del año pasado en la capital. Una pared cubierta de polaroids de Andy Warhol –también con restrospectiva reciente en México– recibe al visitante en Gagosian, una de las multinacionales neoyorkinas veteranas en Maco. Cada foto del divo del arte pop rondaba los 10.000 dólares.
La presencia de obra de autores con exposiciones en curso en México ha sido una de las constantes de la feria. Para algunos, demuestra una cierta inmadurez del coleccionismo mexicano, que se deja llevar por los escaparates del momento. Para otros, como la directora artística de Maco, Tania Ragasol, “aunque hay recorrido para el coleccionismo en el país, en los últimos 10 años ha habido un salto muy grande”.
“Está subiendo mucho el nivel en términos de calidad de las galerías, coleccionismo y curadores”, señala José Kuri, propietario Kurimanzutto, la galería insignia de México, que desembarcó en Maco con los cañones de Gabriel Orozco, Abraham Cruzvillegas o Carlos Amorales, que este fin de semana inauguró una exposición temática en otro museo, el MUAC. “Esta –añade Kuri– es una feria muy diversa. Aquí puedes descubrir cosas, en Miami todo son grandes nombres y no descubres nada”.
Desde hace años 10 años, hay un espacio dedicado exclusivamente al arte latinoamericano: Maco Sur, que esta edición ha contado con la curaduría de Kiki Mazzucchelli, una profesional con un pie en Sao Paulo y otro en Nueva York. Entre las nuevas galerías invitadas destaca Cecilia Brunson Projetc, londinense pero centrada en al arte del sur, que presenta la obra de la venezolana Lucía Pissani. Una serie escultórica de arcilla y esmalte negro con resonancias orgánicas y de género, y con un precio de 4.000 dólares por pieza. “La curadora –apunta la artista– se ha preocupado por que haya una participación igualitaria y una muestra representativa de la escena latinoamericana”.
Babelia
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